“Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!” (Mt 17,4)
- El relato de la transfiguración de Jesús resulta siempre sorprendente. Seguramente muchas personas desconfían de su veracidad. ¿Nos hemos preguntado qué puede significar para nosotros este misterio?
- ¿A muchas personas de hoy no les parece totalmente absurdo alejarse alguna vez de sus intereses de la vida para encontrarse con Dios y escuchar con atención la palabra de Jesús?
- Los que han visitado la Tierra Santa repiten casi siempre esta expresión de Simón Pedro. ¿Esa espontaneidad del peregrino no puede reflejar una profunda experiencia?
- La fe no nace de un raciocinio sino de un encuentro personal. En nuestra vida diaria ¿no hemos sentido alguna vez el deseo de encontrarnos con Jesús, al que decimos reconocer como nuestro Señor?
- La Transfiguración de Jesús atrae la atención de los discípulos hacia el misterio de la muerte y de la resurrección de su Maestro. ¿Aceptamos nosotros la vinculación existente entre esos misterios?
- ¿No puede ser una tentación tratar de permanecer en una apacible contemplación, olvidando las necesidades y los desafíos que nos plantea el dolor de la humanidad?
- ¿Estoy decidido personalmente a dedicar un tiempo de calidad para “estar con el Señor”, para escuchar su palabra y para valorar el gozo de la visión que él me ofrece?
