Una de las principales noticias vaticanas de esta última semana fue el encuentro entre el Papa Francisco, Obispo de Roma y Pastor Supremo de la Iglesia Universal, y el Papa Tawadros II, patriarca de Alejandría, sede de San Marcos, y jefe de la Iglesia ortodoxa copta cabeza visible de diez millones de hermanos cristianos de Egipto (ver página 36).
En su discurso, a Francisco acuñó, muy afortunada e interpeladoramente, un nuevo término, un nuevo concepto y dimensión para hablar del ecumenismo: «Ecumenismo del sufrimiento». Se refirió, sobre todo, el Santo Padre al terreno común de todos los cristianos de Egipto y de Oriente Medio para defender, colaborar y solidarizarse frente a los ataques tan reiterados a la libertad religiosa, y a la persecución contra los cristianos.
El ecumenismo del sufrimiento que tiene a su vez otra derivada: el sufrimiento por la actual separación, siempre tan contraria a la voluntad de Jesucristo y tan nociva para la evangelización. Un sufrimiento, en suma, que bien asumido, sentido y ofrendado, ha de ser semilla de una unidad y reconciliación que no pueden ni deber esperar.
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