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Iglesia en España

El Domund del Año de la Fe, mensaje del arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín

“Los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso”. Esta afirmación del Beato Juan Pablo, lejos de perder actualidad, se ha hecho más acuciante. Porque ese “número inmenso” ha aumentado “enormemente”, en palabras del Papa actual. Son en efecto, muchísimos los millones de personas que no han oído hablar de Jesucristo en Asia, Oceanía y África. Además, la crisis de fe se ha extendido mucho tanto en los países de Occidente como “en la mayor parte de la humanidad” (Mensaje de Benedicto XVI). En nuestra misma diócesis, son miles los inmigrantes que no están bautizados y está creciendo de modo significativo los niños en edad escolar que no han recibido el Bautismo. “No podemos permanecer tranquilos pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también con la Sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios” (Juan Pablo II, “La misión del Redentor”, 86). Porque anunciar el Evangelio no es “facultativo” para la Iglesia, sino que está de por medio el “mandato del Señor, para que los hombres crean y se salven” (Pablo VI).

El Concilio Vaticano II y el Magisterio reciente de la Iglesia han insistido de modo especial en el “mandamiento misionero” que Jesucristo ha confiado a todos sus discípulos y que ha de ser un compromiso de todo el Pueblo de Dios. Ciertamente, los obispos somos los primeros y principales responsables de anunciar el Evangelio. Pero también están concernidos todos los sacerdotes, religiosos y laicos. Como ha escrito Benedicto  XVI en el Mensaje del Domund, “todos los componentes del gran mosaico de la Iglesia deben sentirse fuertemente interpelados por el mandamiento del Señor de predicar el Evangelio, de modo que Cristo sea anunciado por todas partes”.

El Año de la Fe, que acabamos de comenzar, es una oportunidad de oro para asumir el honroso y gustoso deber de cumplir este mandamiento del Señor. Para ello, es imprescindible que redescubramos que la fe no es una carga o una pesada obligación, sino un inmenso don, un inmerecido regalo que Dios nos ha hecho. Así, seremos conscientes que Él nos ama y que ha enviado a su Hijo, Jesucristo, para compartir la pobreza de nuestra naturaleza humana y rescatarla del pecado y de la muerte, mediante el ofrecimiento de Sí mismo en la cruz.

 

Este redescubrimiento de lo que supone la fe, servirá de estímulo y acicate para anunciarla a los demás. Porque “la fe es un don que se nos da para compartirla” (Benedicto XVI). Y, como ocurre siempre, al hacerlo nosotros seremos los primeros beneficiados. Yo estoy convencido de que el fuerte debilitamiento del sentido misionero de nuestras parroquias y demás comunidades eclesiales está en la base de la rutina y tibieza que tantas veces las sofoca. El día en que todas nuestras parroquias y comunidades cristianas y cada uno de sus miembros se ponga a comunicar la fe entre sus familiares, amigos, colegas de profesión, ambientes que frecuenta, ese día habremos comenzado la nueva evangelización. Ésta sólo será efectiva cuando todos y cada uno de los discípulos de Jesucristo seamos de verdad apóstoles.

Burgos tiene una historia misionera espléndida; más aún, de las más brillantes del mundo. No podemos perder este inmenso patrimonio. Sigamos enviando misioneros a los lugares “clásicos” de misión. Pero hemos de ampliar esos lugares y descubrirlos en nuestras calles y plazas, en nuestros ambientes, en nuestras familias, en una palabra: allí donde cada uno de nosotros profesa, celebra y vive su fe en Jesucristo. Hoy, Día del Domund en el Año de la Fe, recemos y seamos especialmente generosos en nuestras limosnas para ayudar a tantos misioneros y misioneras esparcidos por el mundo, y pidamos al Señor de la mies que envíe abundantes obreros para recogerla.

+Francisco Gil Hellín



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