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Cartas de los Obispos

El Dios de lo imposible, por Francisco Cerro

El Dios en quien creemos es el Dios de lo imposible en quien creyó María. Es el único Dios que existe. Es la Trinidad, que nos está continuamente convocando a vivir la experiencia de Cristo resucitado, que nos ha dado el Padre por amor sin condiciones. Es el Dios de lo imposible que, fruto del Resucitado, nos ha entregado el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que tiene como misión que vivamos con los sentimientos del Corazón de Cristo, que es la santidad.

Estos momentos, en que tenemos que vivir como el paso de Dios por nuestra vida, son un kairós, no un cronos. El cronos es el tiempo que pasa, el kairós es la oportunidad de la gracia de Dios en nuestra vida. Podemos decir que el kairós es que Dios sigue actuando en la vida y en la historia. No se aleja nunca de nuestra vida. Decía san Juan de la Cruz que a veces la mayor presencia de Dios es su aparente ausencia.

Con la ayuda del Señor, estos momentos que vivimos, este cronos, este tiempo, se puede convertir en tiempo de gracia, en oportunidad para crecer, en oportunidad para ser santo, sobre todo para creer con María en el Dios de lo imposible.

Tres son las oportunidades en este kairós que vivimos y que quiero compartir con todos vosotros para que, en este tiempo de Pascua, afirmemos como san Pablo a los romanos, que nada nos podrá quitar el Amor de Dios, ni la aflicción, ni la angustia, ni la enfermedad, ni la muerte.

  1. Oportunidad de crecer por dentro para servir por fuera

Sin lugar a dudas, ante lo que estamos viviendo surgen miles de interrogantes, miles de búsquedas, miles de preguntas. Es un tiempo para crecer por dentro, un tiempo para vivir al aire de Jesús, para no caer en el mal de nuestro tiempo que es la superficialidad, como recuerdo haberle escuchado al papa san Juan Pablo II. Es un tiempo para profundizar, para tomarnos en serio la vida. Toda vida es sagrada, es un don de Dios que hay que proteger desde que somos engendrados hasta el final de la existencia. Nos duele el desprecio a la vida. Ser superficial es quedarse en la encuesta, en los números, en los datos fríos. Cada persona es sagrada. Cada persona que comparte nuestra vida es un regalo y, cuando la perdemos, nos deja un profundo vacío e interrogante.

No seamos superficiales viviendo la vida sin fondo. Algunos viven en estos momentos una libertad superficial. Son como aquellos taxis que se definen como libres cuando vagan vacíos y sin rumbo por la ciudad. Tenemos la oportunidad en estos momentos de crecer por dentro para servir por fuera.

  1. Oportunidad de tiempo de caridad

Toda una humanidad en crisis es una humanidad que no tendrá salida si no trabajamos juntos en solidaridad y caridad. Estamos ante la amenaza que continuamente nos hace entrar en crisis y que nos pone en el único camino que nos queda si queremos salir, trabajar juntos con un solo corazón. Sin permanecer y estar unidos estamos abocados al fracaso y a no dar respuesta adecuada a la pandemia, a las amenazas que seguirán existiendo.

  1. Unas relaciones humanas con corazón

Cuando miramos la vida con entrañas de misericordia, las realidades se transforman y nuestras relaciones se pueden hacer mas humanas, mas cristianas. Estos son tiempos para vivirlos con los sentimientos del Corazón de Cristo. No vivamos este tiempo sin corazón. No nos quedemos en la superficialidad de muchas redes sociales, de ruedas de prensa sin calor de vida. Nosotros tenemos que vivirlo con corazón que es la respuesta al Amor de Dios y que, en el fondo, es vencer el mal a fuerza de bien.

+ Francisco Cerro Chaves
Arzobispo de Toledo



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