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Opinión

El conflicto minero, Eurovegas y la Iglesia – editorial Ecclesia

En nuestro comentario editorial de hace dos semanas, a propósito del escenario que se abre en España con la petición de una multimillonaria línea de crédito o rescate financiero para algunas entidades bancarias, hablábamos de cuál es la verdadera misión de la Iglesia en medio de la crisis y, por consecuencia, en medio de la sociedad civil y de la política.

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Otro tanto cabe decir acerca de la visión que se deriva del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia sobre otros dos temas de candente y polémica actualidad. Son la crisis de la minería en Asturias y León –también en la comarca turolense de Andorra-, con huelgas, manifestaciones y episodios de violencia incluidas, y a la posible elección de España (bien en el Bajo Llobregat, en la Comunidad de Madrid o en Marina D`Or) para la futura sede del gran complejo o ciudad del ocio promovido por el magnate norteamericano Sheldon Adelson de Las Vegas Sands Corporations, popularmente llamado Eurovegas.

         Sobre el primero de los temas, en la página 10 de este mismo número de ECCLESIA publicamos las ideas y frases fundamentales de una sentida y esclarecedora carta del arzobispo de Oviedo. También el obispo de León y su consejo presbiteral acaban de pronunciarse al respecto. En síntesis, ambos pronunciamientos episcopales abundan en las mismas, obvias e imprescindibles ideas, que hacemos nuestras y a las que añadimos asimismo nuestros planteamientos.

En primer lugar, estamos ante un problema grave y preocupante. Esta preocupación se traduce en cercanía y oración hacia quienes sufren por ello. La solución al conflicto, más allá de sus vertientes técnicas y políticas y de su origen en la Unión Europea, se ha de encaminar única y exclusivamente por la vía del diálogo, de la razón y de la verdad, sin concesiones a posicionamientos ideologizados, maximalismos, dogmatismos, maniqueísmos, enquistamientos o inflexibilidades, procedan de donde procedan. Han de buscarse el bien común de todos, el derecho al trabajo y el apoyo a las personas y comarcas más necesitadas. E igualmente ha de desaparecer cualquier uso de la violencia, la intimidación y la  manipulación. Finalmente y como han escrito el obispo de León y sus sacerdotes, la Iglesia, mediante sus miembros e instituciones, ha de mostrar su disposición a “acudir en ayuda de cuantos necesiten o requieren su colaboración o apoyo, confiando también en la ayuda de Dios”.

         En referencia a la posible ubicación en España del llamado Eurovegas y más allá de en lo que al final quede el proyecto y más allá también de puritanismos, “angelismos”, hipocresías y fundamentalismos varios y de distinta procedencia ideológica, el que la Iglesia haga oír su voz resulta asimismo un ineludible deber y un magnífico servicio. Sí es misión de la Iglesia ser conciencia de la sociedad y conciencia crítica cuando corresponda, como creemos que es en este caso.

         Los obispos de las diócesis de los lugares citados al comienzo de estas líneas se han pronunciado recientemente con claridad, con libertad y con verdad. El obispo de Sant Feliu de Llobregat, en una extensa y razonada carta en la que evalúa los pros y los contras del proyecto, llega a una conclusión evidente: el precio humano, la pérdida de calidad humana que acarrearía la definitiva instalación del Las Vegas Sands Corporations. Porque, como afirma el prelado “conviene no dejarnos deslumbrar por resplandores que acaban siendo espejismos vacíos”. O como han señalado los obispos de Alcalá de Henares y de Getafe, “Eurovegas –con palabras textuales de este último- es una fachada atractiva, pero dentro ves su podredumbre”.  Términos asimismo muy similares a los empleados por el obispo de Segorbe-Castellón, quien ha afirmado que “no vale crear empleo a cualquier precio porque, a pesar de la crisis, el fin no justifica los medios” ya que iniciativas como estas suscitarán severas adicciones de todos conocidas y  “un mayor afán de riquezaque ha sido precisamente una de las principales causas de esta crisis”.

         Por último y por nuestra parte, creemos que, junto a este valioso y valiente -máxime en tiempos de crisis tan voraz como la que padecemos- ejercicio de discernimiento, a nuestra Iglesia le corresponde una gran tarea educadora de conciencias, conductas y hábitos para estar alertas y no sucumbir a reclamos que se rechazan en la teoría, pero que luego, en la medida que corresponda, conciudadanos, quienes sean, viven y practican.



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