Por Antonio DÍAZ TORTAJADA, Sacerdote-periodista
Coincidiendo con la fiesta de Todos los Santos, la clausura del Sínodo de la “nueva evangelización” y la celebración del Congreso Nacional de Pastoral Juvenil, el arzobispo de Valencia Carlos Osoro Sierra, en última carta pastoral invita a sus diocesanos a ser santos descubriendo “el Bautismo como el verdadero fundamento de la existencia cristiana”,
El arzobispo de Valencia centra su reflexión en estos tres acontecimientos gracias que ha vivido y vive la Iglesia.
La fiesta de Todos los Santos nos recuerda, como nos decía San Irineo de Lyon en la mitad del siglo II que “Dios se ha hecho hombre para que el hombre se hiciese Dios”. “Es esto –dice el arzobispo de Valencia– lo que han instaurado los Santos en sus vidas cuando reciben la vida de Cristo: expresan la verdad de lo que nos da el Bautismo, que es la entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación del Espíritu.”
Por otra parte, el Sínodo sobre la “nueva evangelización” “nos está llamando a vivir siendo santos. Solamente con nuevo ardor, método y expresión seremos creíbles y evangelizaremos”. Y añade el arzobispo que “esto lo tendremos si somos santos”.
También el Congreso de Pastoral Juvenil nos interpelará sobre cómo llevar a los jóvenes a ser santos. En definitiva, todos estos acontecimientos quieren llevarnos a descubrir la “vocación universal a la santidad en la Iglesia”.
“Los seguidores de Cristo, –escribe el arzobispo monseñor Carlos Osoro– llamados y justificados por Dios en el Señor Jesús no por sus propios méritos sino por su designio y gracia de Él, han sido hechos verdaderamente hijos de Dios y partícipes de la naturaleza divina por el Bautismo de la fe y, por tanto, santos en realidad. Conviene, por consiguiente, que esa santidad que recibieron la conserven y perfeccionen en su vida con la ayuda de Dios”.
“En esta “nueva evangelización” que tenemos que hacer—añade– nos planteamos la misma pregunta que el Beato Juan Pablo II: “¿Cómo callar ante la indiferencia religiosa que lleva a muchos hombres de hoy a vivir como si Dios no existiera o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia?”. No hay otra solución más que la que nos decía el propio Beato Juan Pablo II: la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad. Muchos se han preguntado: ¿es que se puede programar la santidad? Ciertamente que no. Pero sí podemos situar el camino pastoral bajo el signo de la santidad.
“¿Cómo? Expresando con convicción firme que el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu. Viviremos, construiremos la historia y todas las relaciones entre los hombres de una manera muy diferente con la vida de Cristo en nosotros y con la fuerza del Espíritu en nuestras vidas.”
En otro punto de su carta pastoral, el arzobispo valenciano subraya que en este momento de la historia de la humanidad “necesita de la presencia de santos”. “El santo es el que muestra con su vida, con el sí coherente que ha dado a Jesucristo, la omnipotente presencia del Redentor mediante frutos de fe, esperanza y caridad. ¡Atrevámonos a ser santos! ¡Atrévete a ser santo! Frente a la indiferencia, está el sí a Cristo de tantos hombres y mujeres de todas las edades y condiciones”.
Concluye su carta monseñor Osoro afirmando que “el santo es quien ha descubierto el Bautismo como el verdadero fundamento de la existencia cristiana”. “Por el Bautismo estamos llamados a seguir a Jesucristo, a ser otro Cristo en la vida que hagamos. Gracias a la fe viva, el cristiano acepta a Cristo de manera consciente y personal para que influya en todos sus intereses y vivencias.”
“El santo es el que se ha dado cuenta de que, si amar y ser amado da sentido a cualquier vida, precisamente el amor cristiano, la caridad fraterna, es el valor máximo del vivir en Cristo. Y ello por la unión que tiene con el amor a Dios y por ser el distintivo del mensaje de Jesucristo, que nos dice que está mutilado el amor a Dios cuando no está acompañado del amor al hermano.

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