El arzobispo de Tokio, Tarcisio Isao Kikuchi, es desde el 22 de julio el nuevo secretario general de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC), en sustitución del dimitido obispo de Macao, Stephen Lee Bun-Sang. Kikuchi trabajará en los próximos años codo con codo con el cardenal de Rangún (Myanmar), Charles Maung Bo, que es quien desde 2019 preside esta institución que agrupa a los episcopados del sur, sureste, este y centro del continente.
Nacido en la prefectura de Iwate el 1 de noviembre 1958, el nuevo secretario es religioso de la Congregación del Verbo Divino. Fue ordenado sacerdote en 1986 y pasó trece años de misionero en Ghana antes de ser elegido, al regresar a Japón en 1999, superior regional de los Verbitas. En 2004, el papa Juan Pablo II lo nombró obispo de la diócesis de Niigata, que pastoreó hasta que en noviembre de 2017 el papa Francisco lo llamó para reemplazar a monseñor Peter Takeo Okada en Tokio. Desde 2011 hasta 2019 se desempeñó también como presidente de Cáritas Asia y miembro de la Comisión de Desarrollo Humano de la FABC.
La FABC, una institución de cincuenta años
Como secretario general de la FABC, señala la agencia AsiaNews, su tarea consistirá sobre todo en coordinar el trabajo de las oficinas de la Federación. Se ocupará de la conferencia general que debía haberse celebrado en Bangkok en noviembre de 2020 para conmemorar el 50º aniversario del organismo, pero que tuvo que posponerse para un mejor momento a causa de la pandemia. «Un proceso —apunta AsiaNews— que ahora se entrelaza con el camino de la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos convocada por el Papa Francisco. El tema central de la Asamblea será “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, y antes de celebrarse en Roma en octubre de 2023 habrá una fase continental que tocará también a las Iglesias de Asia».
La FABC tiene su sede en Hong Kong y tiene entre sus miembros a las Conferencias Episcopales de Bangladesh, India, Japón, Corea, Malasia, Singapur y Brunei, Myanmar, Sri Lanka, Tailandia, Filipinas, China, Laos y Camboya, Timor, Kazajstán, Vietnam, Indonesia e Pakistán. También están adscritas a ella los Sínodos de las Iglesias Siro-Malabar y Siro-Malankar y, como miembros asociados, las diócesis de Hong Kong y Macao, las administraciones apostólicas de Kirguistán y Uzbekistán, el vicariato apostólico de Nepal, la prefectura apostólica de Ulán Bator (Mongolia) y las misiones sui iuris de Tayikistán y Turkmenistán.
Según explica su página web, el propósito de la FABC es «fomentar entre sus miembros la solidaridad y la corresponsabilidad por el bienestar de la Iglesia y la sociedad en Asia». Sus decisiones no tienen fuerza jurídica vinculante para sus miembros. La institución está estructurada en una asamblea plenaria, que se reúne cada cuatro años; un comité central, que lo hace cada dos; y una secretaría general, que es ayudada en sus tareas de coordinación entre los episcopados por las siguientes oficinas: Desarrollo Humano, Comunicación Social, Laicos, Asuntos Tecnológicos, Educación, Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos, Evangelización, Clero y Vida Consagrada.
El obispo anfitrión de los Juegos
Monseñor Kikuchi es el arzobispo anfitrión de los Juegos Olímpicos. Estas trigesimosegundas Olimpiadas de la era moderna serán recordadas por haber tenido que celebrarse con un año de retraso, sin apenas público y en unas circunstancias muy difíciles a causa de la pandemia. La ceremonia inaugural tuvo lugar ayer 23 de julio en un estadio olímpico semivacío. Como novedad, la presencia entre los participantes de una delegación de refugiados.
Los deportistas y periodistas que han acudido a informar tienen prohibido salir de la «burbuja» en que viven y desplazarse a su antojo por la ciudad. La pasada semana, el arzobispo Kikuchi, de 62 años, pidió a atletas y visitantes que se abstuvieran también de visitar las iglesias para evitar la propagación del virus. «En la situación actual —dijo— la prioridad sigue siendo no transmitir la enfermedad».
