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Rincón Litúrgico

Dos lecturas

«Hoy es un día consagrado a nuestro Dios… No estéis tristes, pues el gozo del Señor es vuestra fortaleza». Con esta exhortación el sacerdote Esdras introducía la lectura pública del libro de la Ley  (Neh 8, 10).

Este texto bíblico nos recuerda que la asamblea de los hebreos se apoyaba en la oración y en la meditación sobre la palabra de Dios. Como se ve, la lectura de la palabra de Dios constituye un motivo de alegría para los creyentes. Y, al  mismo tiempo es una invitación para compartir con los pobres y necesitados los dones recibidos de Dios.

Con el salmo responsorial, también nosotros podemos manifestar abiertamente nuestra convicción: «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida» (Sal 18).

Pero, según escribe san Pablo, es el Espíritu de Dios quien nos mantiene unidos en un solo cuerpo, a pesar de haber recibido carismas y dones muy diversos (1 Cor 12, 12-14.27).

ELEGIDO POR DIOS

El evangelio de Lucas nos refiere que Jesús regresó un día a Nazaret, donde había vivido toda su vida. En la asamblea del sábado, en la sinagoga, se puso en pie para hacer la lectura (Lc 4, 14.21). En el texto del rollo de Isaías que le correspondió leer aparecía la figura de un elegido por Dios que manifestaba tres aspectos de su vida:

  • «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido». El profeta que había transmitido su experiencia describía su vocación como una llamada del Espíritu de Dios.Y como una unción que venía a consagrar toda su existencia.
  • «Él me ha enviado para evangelizar a los pobres y liberar a los cautivos». Aquel antiguo profeta era consciente de haber sido enviado para entregar un evangelio, es decir una buena noticia de vida, de libertad y de esperanza para los pobres y los cautivos.
  • Finalmente, aquel ungido por el Espíritu afirmaba que en su misión se incluía el encargo de anunciar «el año de gracia del Señor». Es decir, se consideraba a sí mismo como el heraldo de un año jubilar de gracia, de perdón y demisericordia.

UNGIDO Y ENVIADO

En otro tiempo, Esdras leía con afecto y convicción la palabra de Dios. Ahora Jesús leía la palabra de un profeta y se identificaba con él. De hecho, tras devolver el rollo, añadió: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír». Esa era la gran novedad.

  • Jesús reconocía ante sus propios vecinos algo tan extraordinario que resultaba escandaloso. Aquel artesano, que había convivido tantos años con ellos, tenía la conciencia de estar bajo la protección y la guía del Espíritu del Señor.
  • Además, aquel mismo Jesús, al que todos consideraban en la aldea como hijo de José, manifestaba públicamente que se creía ungido por el Espíritu, como lo habían sido los sacerdotes y los reyes a lo largo de la historia de su pueblo.
  • Finalmente, al regresar de su encuentro con Juan el Bautista, Jesús parecía convencido de haber sido enviado por el Espíritu a tutelar la dignidad de los pobres, a ofrecer la curación a los enfermos y a facilitar la liberacion a todos los esclavizados de su tiempo.

Señor Jesús, nosotros creemos que al leer las Escrituras tú estabas revelando tu identidad y tu misión. Sabemos que en ti se han cumplido las antiguas profecías. Y aceptamos y agradecemos sinceramente tu  misión. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.



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