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Domund 2012 – “Misioneros de la fe”, José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de San Sebastián

         Tenemos un Papa que se caracteriza por subrayar lo esencial… Buena prueba de ello es la convocatoria que ha realizado del Año de la Fe, que nos invita a cimentarnos en las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Trasladada esta inspiración a la celebración del DOMUND, se nos ofrece una buena oportunidad para acercarnos a la realidad de las misiones católicas, desde lo esencial.

         ¿Y qué es lo esencial de las misiones católicas?… Sin lugar a dudas, la transmisión de la fe, en respuesta a la invitación de Cristo: “Id por todo el mundo predicando el Evangelio…” (Mc 16, 15). Y, sin embargo, aunque sea lo esencial, es necesario que insistamos en ello, porque la secularización reinante nos ha podido conducir al “olvido de lo esencial”. En efecto, para una parte importante de la opinión pública, incluso para un número considerable de quienes se dicen creyentes, hoy en día lo esencial de la misión católica no les resulta algo obvio. Con frecuencia, nos hemos hecho una imagen cercenada y reductiva de las misiones católicas, valorándolas casi de forma exclusiva por su labor de promoción social. Más aún, no es extraño escuchar expresiones del siguiente tenor: “En un tiempo los misioneros pretendían hacer nuevos cristianos, pero hoy en día, su labor se limita a una humanización y promoción de los Pueblos del Tercer Mundo, sin pretender convertir a nadie”. Evidentemente, estamos ante una incorrecta lectura del Evangelio de Jesucristo, en el que en absoluto se distingue entre la transmisión de la fe y la humanización. Puesto que son… ¡una sola cosa!

         Más aún, esa dicotomía entre fe y humanización es totalmente extraña a la idiosincrasia de la inmensa mayoría de los países de misión.  Ellos viven la fe de una manera mucho más integrada que los occidentales secularizados. La imagen de unas misiones católicas reducidas a la labor de promoción social, y olvidadas de la transmisión de la fe, no es más que una proyección en el Tercer Mundo de nuestra secularización occidental. Si tal cosa ha sucedido en algunos lugares, no ha  sido como consecuencia de la debida encarnación en los territorios de misión, si que por el contrario, ha derivado de una falta de comprensión del alma religiosa de aquellos pueblos y de una indebida proyección en ellos de nuestros criterios secularizados.

         En definitiva, volver a lo esencial es caer en la cuenta de que las virtudes teologales son una sola cosa en Cristo: no hay fe sin caridad, como tampoco hay caridad sin fe. No hay fe sin esperanza, como tampoco hay esperanza sin fe. Y finalmente, no hay caridad sin esperanza, como tampoco hay esperanza sin caridad.

         Por todo ello, en la salutación que el Papa nos ha dirigido en este día del DOMUND, nos recuerda que el principal obstáculo para el impulso de la evangelización es la crisis de fe. Sin fe la misión resulta ser como un coche sin motor, incapaz de andar más que cuesta abajo. De aquí la importancia de volver a lo esencial. ¿Y cuál es ese mensaje central de nuestra fe que estamos llamados a vivir aquí y a predicar allá? Lo resume con las siguientes palabras nuestro querido Benedicto XVI: “El punto central del anuncio sigue siendo el mismo: el Kerigma de Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el Kerigma del amor de Dios, absoluto y total para cada hombre y para cada mujer, que culmina en el envío del Hijo eterno y unigénito, el Señor Jesús, quien no rehusó compartir la pobreza de nuestra naturaleza humana, amándola y rescatándola del pecado y de la muerte mediante el ofrecimiento de sí mismo en la cruz”.

         Y partiendo de aquí, en la lógica de la mencionada unidad entre las tres virtudes teologales, el anuncio de la fe se transforma en caridad y en esperanza: “El anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos, de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada una de sus etapas”.

         Esta es la coherencia del Evangelio, aquella en la que la fe, la esperanza y la caridad se integran y se funden.

 

+ José Ignacio Munilla Aguirre – Obispo de San Sebastián



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