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Domingo III de Pascua, C, (14-4-2013) con textos de Benedicto XVI y Juan Pablo II

 Domingo III de Pascua, C, (14-4-2013) con textos de Benedicto XVI y Juan Pablo II

NVulgata 1 Ps 2 EBibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)

(1/4) Juan Pablo II, Audiencia general 2-12-1987 (sp it): «Las pescas milagrosas son para los Apóstoles y para la Iglesia las “señales” de la fecundidad de su misión si se mantienen profundamente unidas al poder salvífico de Cristo (cf Lc 5, 4-10; Jn 21, 3-6) (…). Juan, tras la narración de la pesca después de la resurrección, coloca el mandato de Cristo a Pedro: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (cf Jn 21, 15-17). Es un acercamiento significativo».

(2/4) Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de San Felipe Apóstol 17-4-1983 (it): «Queridos hermanos y hermanas (…). La Iglesia canta con júbilo el Aleluya a Cristo resucitado (…).

¡Es el Señor!“. Así dice a Pedro “el discípulo al que Jesús amaba” (Jn 21, 7). Y lo dice cuando, ocupados en la pesca en el lago de Genesaret, oyeron una voz bien conocida que les llegaba desde la orilla.

El personaje aparecido en la orilla les pregunta primero: “¿Tenéis algo que comer?”, y cuando ellos responden: “No”, les manda que echen la red a la derecha de la barca (cf 21, 5-6).

Se verifica el mismo hecho que había tenido ya lugar una vez cuando Jesús de Nazaret se hallaba en la barca de Pedro. Entonces les había mandado que echaran las redes para pescar y, aunque no habían cogido nada antes, la red se llenó de peces (cf Lc 5, 1-11) (…).

Esta vez dice Juan: “¡Es el Señor!”. Y lo dice después de la resurrección; por ello esta frase reviste un significado particular. Jesús de Nazaret había manifestado ya su dominio sobre lo creado mientras estuvo como “Guía” y como “Maestro” con los Apóstoles. Pero en los inolvidables días transcurridos entre el Viernes Santo y la mañana del “día después del sábado”, había revelado su absoluto dominio sobre la muerte.

Es decir, que ahora se acerca a los Apóstoles en el lago de Genesaret como Señor de su propia muerte. Ha vencido a la muerte padecida en la cruz, y vive. Vive con su propia vida, con una vida que es la misma de antes y, a la vez, de tipo nuevo. A esto se refiere la expresión “¡Es el Señor!” (…).

Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hc 5, 29). Así se expresan Pedro y los Apóstoles ante el Sumo Sacerdote y el Sanedrín, cuando estos les ordenaron que no continuaran enseñando en el nombre de Jesucristo (cf Hc 5, 27-28).

De la respuesta de Pedro es preciso deducir que “obedecer” quiere decir “someterse a causa de la verdad” o simplemente “someterse a la verdad”. Esta verdad, la verdad salvífica, está contenida en la misión de Cristo. Está contenida en la enseñanza de Cristo. Dios mismo la ha confirmado con la resurrección de Cristo. “La diestra de Dios lo exaltó como Jefe y Salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen” (Hc 5, 31-32) (…).

Sígueme” (Jn 21, 19). Esta expresión la dirige Cristo Señor de modo definitivo a Simón Pedro después de la resurrección. Ya antes le había llamado y le había hecho Apóstol; pero ahora, después de la resurrección, le vuelve a llamar. Primero le hace tres veces la pregunta: “¿Me amas?”. Y recibe la respuesta. Y tres veces le repite: “Apacienta mis corderos”, “apacienta mis ovejas” (cf Jn 21, 15-17).

Y añade: “Te lo aseguro, cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras” (Jn 21, 18). Así habló Cristo Señor a Simón Pedro. Y el Evangelista prosigue: “Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios” (Jn 21, 19) (…).

“Es el Señor”, “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, “Sígueme”. Cada una de estas expresiones nos indica qué quiere decir ser cristiano. El tiempo de Pascua nos obliga a responder con fe renovada a este reto concreto: Cristo ha resucitado, y yo soy cristiano».

(3/4) Juan Pablo II, Homilía en Notre Dame, París 30-5-1980 (sp fr it po): «Tres veces preguntó Cristo a Pedro, y tres veces respondió Pedro. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Pedro emprendió desde entonces, con esa pregunta y esa respuesta, el camino que debía seguir hasta el fin de su vida.

Ante todo debía poner en práctica el admirable diálogo que acababa de producirse también tres veces: “Apacienta mis corderos”, “apacienta mis ovejas”. Sé el pastor de este rebaño del que yo soy la Puerta y el Buen Pastor (cf Jn 10, 7).

Para siempre, hasta el fin de su vida, Pedro debía avanzar por ese camino, acompañado de esa triple pregunta: “¿Me amas?”. Y conformaría todas sus actividades a la respuesta que entonces había dado (…).

Pedro jamás puede olvidar esa pregunta: “¿Me amas?”. La lleva consigo adondequiera que va. La lleva a través de los siglos, a través de las generaciones. En medio de los nuevos pueblos y de las nuevas naciones. En medio de lenguas y de razas siempre nuevas. La lleva él solo y, sin embargo, no está solo. Otros la llevan también con él (…).

¿Tú amas?“. Es la pregunta que decide sobre la verdadera dimensión del hombre. En ella debe expresarse el hombre por entero y debe también en ella superarse a sí mismo (…). La vida tiene valor y sentido solo y exclusivamente en la medida en que es una respuesta a esta misma pregunta: “¿Tú amas? ¿Me amas?” (…). Es una pregunta que Dios hace al hombre. Y el hombre debe hacérsela continuamente a sí mismo (…).

La respuesta a esa pregunta (…) construye en la historia de la humanidad el mundo del bien. Solo el amor construye dicho mundo. Lo construye con trabajo. Debe luchar para darle forma. Debe luchar contra las fuerzas del mal, del pecado, del odio; contra la codicia de la carne, la codicia de los ojos y la soberbia de la vida (cf 1Jn 2, 16) (…).

Qué elocuencia tan extraordinaria la de esta pregunta de Cristo: “¿Me amas?”. Es fundamental para cada uno y para todos (…). Cristo es la piedra angular de esta construcción, de esta forma que el mundo, nuestro mundo, puede tomar gracias al amor (…).

Pedro lo sabía (…). Lo sabía, aunque a la hora de la prueba negó tres veces a su Maestro. Y su voz temblaba cuando respondió: “Señor, tú sabes que te amo” (Jn 21, 15) (…). Al decir esto sabía ya que Cristo es la piedra angular sobre la cual, por encima de toda debilidad humana, puede crecer en él, en Pedro, esta construcción que tendrá la forma del amor (…).

La Madre de Dios, entre todos los seres humanos, es la que ha dado la respuesta más perfecta a esa pregunta: ¿Tú amas? ¿Me amas? ¿Me amas cada vez más? Su vida entera ha sido, en efecto, una respuesta perfecta, sin error alguno, a esa pregunta (…).

Que todos y cada uno escuchemos en toda su elocuencia la pregunta que Cristo hizo un día a Pedro: ¿Tú amas? ¿Me amas? Que esa pregunta resuene y encuentre eco profundo en cada uno de nosotros».

(4/4) Benedicto XVI, Homilía en Floriana (Malta) 18-4-2010 (ge sp fr en it po).

LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones “ex cáthedra”, existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que, por el contrario, iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).

LOS ENLACES A LA NEO-VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).

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