Por Suso del Pino
En toda la historia de la Santa Iglesia muchos han sido los que han defendido que la fe no casa con la ciencia y aunque en este siglo XXI son muchos mas los que siguen pensando de esta manera a pesar de ser aclarado en multitud de ocasiones por mediación de la propia ciencia, filosofía y teología, hoy tenemos la gracia de poder defender precisamente con las matemáticas la armonía entre ciencia y religión.
Para ello debemos de conocer la Ciencia Mística que es aquella que demuestra el Poder de la Cruz a través de las matemáticas. Al hablar de matemáticas uno se retrae pensando en la dificultad que puede suponer comprender esta rama de la ciencia pero las cosas que vienen de Dios sabemos que están impregnadas de gran sencillez, con lo que aprovecho la oportunidad de advertir que un niño con nociones básicas podría comprenderlo.
Nos encontramos ante un fenómeno místico matemático que se da en un conjunto de números en un orden dado por medio de la geometría de la Cruz. Tras este fenómeno podremos observar con claridad que el orden se realza ante el caos, quedando completamente en evidencia lo que entendemos por azar o casualidad.
Tras la contemplación de la Ciencia Mística podremos llegar a la conclusión que la Santa Cruz pone orden donde creemos que existe todo lo contrario, con lo que considero de importancia por un posible desconocimiento el dar a conocer la etimología de “Orden” , “El que Ordena”, “El que pone Orden”, viene del latín ordin de una raíz indoeuropea ( mover, ajustar, bueno ) y del griego orthos ( recto, justo, conforme ).
Por todo esto es importante recordar que predicar la Cruz de Cristo, también es predicar el Evangelio.
En cuanto a las matemáticas que es la base científica de la Ciencia Mística podemos decir que Galileo Galilei al afirmar que “Las matemáticas son el alfabeto con el cual Dios ha escrito el Universo” no esta muy lejos de la Ciencia Mística, pues con esta referencia es interesante reflexionar la postura de un niño pequeño al oír hablar a un extranjero, queda perplejo en su asombro pues no sabe que le ocurre a la lengua de esa persona, pero cuando crece sabe que se trata de otro lenguaje por el hecho de saber que su propio idioma es un lenguaje.
Con este apercibimiento quiero afirmar que somos muy pequeños como para entender
este lenguaje creativo del Altísimo, pues tan solo permítanme la expresión “balbuceamos” .

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