“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16)
1. Simón parecía dudar al pedir a Jesús que le permitiera ir hasta él caminando
sobre las aguas. Ahora parece haber alcanzado la certeza para confesarlo como el
Mesías e hijo de Dios. ¿Qué impide a muchas personas dar ese paso?
2. Evocando nuestra experiencia personal, ¿podemos ver si se da también en
nuestras vidas un avance semejante en la vivencia de la fe?
3. Suponiendo que hayamos aceptado a Jesús como nuestro Señor y Salvador, ¿no
habremos caído alguna vez en la tentación de atribuirnos a nosotros mismos ese
conocimiento?
4. Si de verdad reconocemos a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, ¿estamos
dispuestos a confesar públicamente esa fe en los ambientes sociales, laborales o
académicos en los que nos movemos?
5. Reconocer y confesar a Jesús como el Hijo de Dios vivo, ¿qué exigencias concretas
habrá de comportar para nuestras familias y para nuestras comunidades
cristianas?
6. Reconocer a Jesús como Mesías no le concedía a Pedro un poder tiránico sobre el
grupo de los discípulos. ¿Estamos nosotros convencidos de que la profesión de
nuestra fe nos exige estar dispuestos a servir a nuestros hermanos?
7. ¿Y yo he introducido en mi oración personal esa confesión tan humilde como
decidida: “Señor Jesús, tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”?
