La Iglesia, los cristianos debemos vivir de la Palabra de Dios presente de modo admirable y fecundo en la Sagrada Escritura. ¿Cómo leer de modo correcto y sabio esta Palabra de Dios, esta Sagrada Escritura? De la mano, de nuevo, del Papa Benedicto XVI, ahora en respuesta reciente a un sacerdote romano, podemos establecer los siguientes criterios al respecto:
1.- Hay que leer la Sagrada Escritura en su unidad e integridad. Cada una de sus partes lo es de un camino único y sólo viéndolas en su integridad como un camino único, en el que una parte explica la otra, podemos comprender el todo y las partes.
2.- La lectura de la Sagrada Escritura debe ser siempre una lectura a la luz de Cristo.La Sagrada Escritura es un camino con una dirección: Jesucristo. Quien conoce el punto de destino, puede también, una vez más, volver sobre sus pasos y aprender de manera más profunda el misterio del Señor.
3.- Desde su unidad e integridad, desde su unidireccionalidad hacia Jesús, la Sagrada Escritura nos muestra su tercera gran riqueza: la eclesialidad. Estos caminos, estos pasos del camino que nos va mostrando y vamos recorriendo en la lectura de la Palabra de Dios, sin pasos de un pueblo.
Es el Pueblo de Dios que sigue adelante. El propietario auténtico de la Palabra es siempre el Pueblo de Dios, guiado por el Espíritu Santo. Para leer bien la Escritura, para percibir y recibir su belleza y su riqueza, hay que caminar dentro de ese sujeto vivo que es el Pueblo de Dios, en y desde la Tradición de la Iglesia.
4.- La liturgia -ámbito celebrativo propio de la lectura común y orante de la Palabra y “espacio” permanente del Pueblo de Dios en camino- es el lugar privilegiado para la comprensión de la Palabra, precisamente también porque en ella la lectura se convierte en oración y se une a la oración de Cristo en la Plegaria Eucarística.
5.- Por fin, la Palabra de Dios requiere de otras dos actitudes básicas: la humilde perseverancia y la sabiduría de saber llenarse progresivamente de ella. La Palabra de Dios sigue siendo mucho más grande -escribía San Efrén- de lo que podamos pensar y entender.
La Palabra de Dios es siempre más grande que cualquier comentario exegético por brillante que sea, que cualquier percepción nuestra. Es un tesoro inagotable, siempre superior a nosotros, siempre más grande. Es la fuente del agua viva y cada uno debe beber de ella según su capacidad y su necesidad y volver a ella siempre, especialmente cuando más lo necesite desde las dimensiones y actitudes glosadas en este comentario.
Jesús de las Heras Muela

Añadir comentario