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Católicos y científicos: José Casares Gil

José Casares Gil (1886-1961) fue un importante químico español

Dice de él el CSIC, del cual formó parte y que en 2019 celebra su 80 aniversario que“Nació en Santiago de Compostela el 10 de marzo de 1866. Se licenció en Farmacia en la Universidad de Santiago y en Ciencias Físico-Químicas en la Universidad de Salamanca. Doctor en Farmacia, por la Universidad de Madrid. Decano de la Facultad de Farmacia de Madrid. Presidente de las Reales Academias de Ciencias y Farmacia de Madrid y de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, y corresponsal de la de Medicina de la misma ciudad y de las de Ciencias de Lisboa, La Habana y Lima . Doctor honoris causa por las Universidades de Munich y Oporto. Decano honorario de las Facultades de Farmacia de Barcelona y Oporto. Profesor honorario de las Universidades de Méjico y de Montevideo. Académico honorario de la de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y de la Colombiana de Ciencias Exactas, Fisico-Químicas y Naturales . Autor del ”Tratado de Técnica Física de los Aparatos de aplicación en los Trabajos Químicos’ entre otros muchos trabajes científicos”. Fue un investigador lúcido e incansable, un eminente expositor, un maestro excepcional. Había realizado viajes de estudio por numerosos países. Simultaneando sus tareas docentes con las de investigación, fue notoria su influencia sobre varias generaciones de farmacéuticos españoles. Don José Casares Gil poseía la medalla de plata de los Sitios de Zaragoza, la Gran Cruz de la Orden de Alfonso XII y la Gran Cruz de Sanidad. Era además caballero de la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, gran oficial de la Orden de Instrucción Pública de Portugal y poseía otras muchas distinciones españolas y extranjeras. Se le habían tributado numerosos homenajes y testimonios de reconocimiento por su extraordinaria labor docente y científica a la que dedicó toda su fecunda vida . Era miembro de la Comisión Ejecutiva del C. S . I. C. Falleció en marzo de 1961.

Para completar, dice de él la Real Academia de Farmacia: “Santiago de Compostela, 10 de marzo de 1886. Doctor en Farmacia. Catedrático de Técnica Física y Análisis Químico en las Facultades de Farmacia de las Universidades de Barcelona y Madrid. Decano y Decano Honorario de las Facultades de Farmacia de Madrid, Barcelona y Santiago de Compostela. Doctor honoris causa por las Universidades de Munich, Oporto y La Habana. Consejero de Sanidad, de Instrucción Pública y de Economía Nacional. Presidente del Consejo Directivo del Patronato “Alfonso el Sabio”, del CSIC. Presidente de la Real Sociedad Española de Física y Química y del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid. Director del Laboratorio Central de Aduanas. Diputado a Cortes y Senador del Reino por la Universidad de Santiago. Director de nuestra Institución en dos etapas (1923-28 y 1935-57), pasó a miembro Honorario en 1939 y volvió a ser Numerario en 1947. Académico de Número de las Reales Academias de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la que fue Presidente”.

En homenaje recogido en los Anales de Física y Química, tras escuchar muchos elogios, dejó escrito dejó escrito: “Veréis, por lo que os diré, que no todo son méritos, y que muchos éxitos fueron debidos a mi buena suerte, es decir, a favor de Cielo, según mis creencias, pues la palabra destino es muy vaga y poco significativa”. Hablando de su vejez dijo: “…Mis cataratas avanzaban y siguiendo la ley natural comenzaba el descenso final, que Dios ha dispuesto para todo ser vivo…”.

Al contestar en 1942 el discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales dado por Jose Mª Albareda, terminó diciendo: “En todo el discurso del doctor Albareda late un espíritu religioso y un ardiente patriotismo. Es cierto que la experiencia, madre de la ciencia, pone bien de manifiesto, en la época que atravesamos, la necesidad de la investigación científica…pero también nos enseña que eso no basta para dar le la felicidad a los pueblos. Es indispensable educarlos en los principios de la moral cristiana, única que puede darle la paz al mundo”.

En su obra “Recuerdos de un viaje a la Argentina” de 1944, escribía al referirse a las reducciones jesuíticas, lamentándose de las persecuciones sufridas por ellos al tiempo que ensalzando su obra evangelizadora frente a un primer momento de rechazo al mensaje cristiano: “ El Dios de los cristianos no era un dios vengativo y cruel, si no justo y bondadoso; perdonaba a los enemigos y quería la felicidad para todos…fueron los primeros en comenzar la obra de evangelización, convencieron a millares de indios, inculcándoles los principios del Cristianismo…Algunos han querido ver en la organización dada por los jesuitas a los guaraníes un comunismo cristiano, y no es así. El principio de la propiedad existía…la influencia que las doctrinas cristianas del bien y de la caridad ejercen en los pueblos primitivos, y creo que hoy día, para el bien de la humanidad, sería muy conveniente que los hombres, sobre los cuales pesa la enorme responsabilidad del gobierno de los pueblos, leyesen y se inspirasen en los principios que inspiraron las antiguas reducciones”.

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