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Católicos y Científicos: «Alfredo Carrato», por Alfonso V. Carrascosa

Alfredo Carrato Ibáñez (Zaragoza, 20.X.1911 – Madrid, 25.VII.1994) fue médico, cirujano, historiador, naturalista y presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural, que celebra en este 2021 su sesquicentenario. Nació hace 110 años y fue un científico católico practicante. En su discurso de ingreso en la Real Academia Nacional de Farmacia La investigación básica y su trascendencia del 21 de febrero de 1974 dijo:

«La felicidad humana será siempre incompatible con una evolución que, a pesar de tener una faceta tan espectacular y positiva como la tecnología, pueda suponer un auténtico salto atrás en cuestión tan importante como el libre albedrío, impronta divina que sólo al hombre ha sido comunicada. La Tecnología no tiene nada que ver con esta gimnasia espiritual, de los individuos y sociedades; pero tampoco se  agota el  tema  pensando  que  ya  disponemos para ello de ciencias y  actividades como las propias de la Teología, Filosofía, Humanidades y Bellas Artes. Nos referimos a la importancia de la ciencia básica experimental en el cultivo del espíritu, como uno de los más seguros caminos para aproximarnos a la verdad por sí misma; y de aquí a la Verdad Suprema que marca el cénit de toda aspiración humana. Como muy bien apunta Lora Tamayo la vocación de investigador se proyecta a comprender e interpretar  la obra de la Creación y no existe servidumbre más magnífica que la  de  condicionarse a la verdad absoluta. En la vida social, también hay que contar con factores humanos de desorden, que habrán de ser  compensados  por  el  esfuerzo  de  todos  los  que adoptan una actitud de buena voluntad y de servicio a los demás. Esta  es  la  actitud más inteligente, si se tiene en cuenta que la maldad, antes que nada es torpeza y que, en fin de cuentas, el peor negocio comenzó ya para el mismo Ángel caído, que inauguró el culto al desorden».

Dice de él la Real Academia de Farmacia (http://www.raf.com) que fue doctor en Medicina y Cirugía. Doctor en Ciencias Naturales. Catedrático de Histología Vegetal y Animal en la Facultad de Ciencias Biológicas y de Histología y Embriología General en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Consejero de Número del CSIC. Catedrático de Histología y Anatomía Patológica y Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca. Director del Instituto «Cajal» del CSIC.

Añade el Centro de Estudios Borjanos que era hijo de un trabajador del Matadero Municipal, donde residían. Y que en la carrera de Medicina le dieron Premio Extraordinario de Licenciatura en 1933. Su primer destino fue como médico de las localidades de Agón, Bisimbre y Fréscano, unos meses, y luego facultativo de la Beneficencia Municipal de Logroño y de la Casa de Socorro de Zaragoza poco después. Doctor en la Universidad Central en 1940, sacó en 1942 la cátedra de Histología y Anatomía Patológica de la universidad de Salamanca, de cuya Facultad de Medicina fue elegido decano en 1952. Después hizo la carrera de Ciencias Naturales en la universidad de Barcelona, obteniendo el título de licenciado en 1953 y el de doctor en 1955, también con Premio Extraordinario. Luego sacó la cátedra de Histología Vegetal y Animal de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central en 1957 y diez años más tarde la de Histología en la Facultad de Medicina de esa universidad, de la fue Vicerrector en 1962. Fue uno de los grandes histólogos españolas, recibiendo a lo largo de su vida numerosas distinciones. Académico de Número de la Real Academia Española de Farmacia y Presidente de la Sociedad Española de Historia Natural, fundó la Sociedad Anatómica Española en 1947, la Sociedad Española de Histología en 1974 y la Sociedad Española de Histoquímica en 1981.

También había cursado estudios en el Conservatorio Profesional de Música de Zaragoza, llegando a actuar en sus años jóvenes en los antiguos cafés cantantes de la ciudad y hasta en los cines en los que se proyectaban películas mudas con acompañamiento musical.

Fue nombrado Académico de Honor de la Real Academia de Medicina de Zaragoza en 1984; Miembro de honor de la Institución «Fernando el Católico» en 1961 y del Ateneo de Zaragoza. En 1983 le fue concedido el título de «Aragonés del año». Permaneció siempre vinculado a Aragón, como otros insignes científicos católicos de origen aragonés como Tomeo Lacrué, Rocasolano, Asín o Albareda. Falleció en Madrid en 1994.

Por Benjamín Ruiz Fernández, también presidente de la RSEHN, en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia, discípulo de Carrato y sucesor suyo en la cátedra, sabemos que concluida la contienda, se trasladó a Madrid como becario del Instituto Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, al mismo tiempo que realizaba su doctorado en Medicina. Permaneció durante quince años en la plaza de catedrático de Histología y Anatomía Patológica en la Facultad de Medicina de Salamanca que sacara en 1942, donde fue además  director del prestigioso Colegio Mayor San Bartolomé,  fundado en 1401 por don Diego de Anaya como colegio adscrito a la Universidad de Salamanca, y  modelo para los otros cinco Colegios Mayores clásicos de España (el de Cuenca, el de Oviedo y el de Fonseca, también en Salamanca; El de Santa Cruz de Valladolid y el de San Ildefonso de Alcalá), así como para muchos otros en la América española.

Por seguir los pasos de Santiago Ramón y Cajal, y también por amor propio según Benjamín Fernández, sabemos que se presentó a la cátedra de Histología y Embriología General de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense y logró dicha plaza en 1967, con la otra cátedra de ciencias naturales ya en posesión . Cuando tuvo por ley que elegir entre una u otra cátedra, se quedó con la de Biológicas, para dedicarse a la investigación sobre el estudio comparado de la Histología y la Organografía en los diferentes sistemas a lo largo de la filogenia, tema en el que sería pionero y gran experto. Le sería concedida la medalla de oro de la Universidad Complutense, de la que también fue durante un tiempo profesor emérito. Estuvo casado con Antonia Mena, licenciada en Filosofía y Letras, y tuvieron seis hijos.

Su afán de servicio le llevó a aceptar cargos que no le reportaban beneficio docente o científico tales como ser presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural, que cumple ahora 150 años y conmemora su sesquicentenario, miembro fundador de la Sociedad Española de Histología, en 1974, y de la Sociedad de Histoquímica, en 1981, y académico de número de la Real Academia de Medicina de Zaragoza y de la Real Academia Nacional de Farmacia en Madrid, todos ellos cargos que permiten valorar el prestigio que llegó a tener en vida. Dirigió más de cincuenta tesis doctorales. Desde 1963 desempeñó el cargo de Director del Instituto Cajal del CSIC.

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