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Cátólicos y científicos: Alberto Sols por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

En este 2013 se cumplen cincuenta años de la fundación de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM) http://sebbm.es/ES/sebbm_2. Su primer presidente fue  otro caso concreto e histórico de científico creyente, de formación química, español, y contemporáneo: Alberto Sols (1917- 1989), que fue, entre otras cosas, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias 1981 de investigación científica y técnica por su actividad como pionero en la bioquímica española y formador de una importante escuela, codo con codo con el premio Nobel Severo Ochoa, labor que desarrolló en la institución científica más importante de la historia de España, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fundado por los católicos J. Ibáñez,-de la ACdP, y Jose Mª Albareda, sacerdote del Opus Dei, movimiento al cual perteneció también Alberto Sols.

El Instituto de Investigaciones Biomédicas del CSIC lleva su nombre http://www.iib.uam.es/presentacion/biografiaes.html.  Comenzó Alberto Sols sus estudios, como era propio en la época al pertenecer a una familia de profundas convicciones católicas,  en un centro preescolar de las Hermanas Carmelitas. Su padre, que siempre quiso ser catedrático de química, lo que es considerado determinante en la vocación de Sols,  indicaba a las Hermanas que no se preocupasen de que adelantase mucho en estudios, que le enseñasen principalmente doctrina, rezos y oraciones, para ser un niño piadoso. Tras el fallecimiento de su padre, ingresó como alumno interno en Chelva, el colegio jesuita San José, gracias a una iniciativa extraordinaria por parte del colegio gracias a la Junta de Antiguos Alumnos, ya que su hermano Pedro fue buen alumno y comunicó su situación precaria a los jesuitas y estos actuaron en consecuencia. Para ello crearon una beca con la condición de que no se supiera el nombre del beneficiario. Permaneció en el colegio hasta 1.932. Prosiguió por los mismos motivos en el del Beato Juan de Ribera en Burjasot (Valencia), y comenzó medicina en Valencia, en 1935. Su sensibilidad religiosa le llevó a pertenecer durante un importante período de su vida al Opus Dei, periodo durante el cual se formó como bioquímico y científico. En 1.945 fue nombrado ayudante del laboratorio de Investigaciones Médicas de la Facultad de Barcelona. En junio de 1.947 ganó oposiciones por cuatro años y prorrogables en la Universidad de Barcelona como profesor adjunto de Fisiología. En 1951 obtuvo una beca de ampliación de estudios y marchó a San Luis, donde pasó tres años en el laboratorio de Carl y Gerty Cori, que habían obtenido el premio Nobel en 1947. Su laboratorio era el más importante en el área de la enzimología, ámbito al que se dedicaría como científico con posterioridad.

Sols recibió en 1957 el premio “Francisco Franco” de Ciencia por su trabajo “Fosforizlación enzimática y transporte activo de azúcares”, importante estudio relacionado con el tratamiento de la diabetes. En 1963 participó, junto con el premio nobel Severo Ochoa –quien lo definió como “el quijote de la bioquímica española”- y bajo los auspicios del también miembro del Opus Dei y cofundador del CSIC, Jose Mª Albareda, en la fundación de la Sociedad Española de Bioquímica. En 1969 se hizo cargo del departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de Madrid y en 1976 fue nombrado catedrático de bioquímica de la Universidad Autónoma madrileña. Fue también Premio “Juan de la Cierva” y Premio Nacional de Investigación “Ramón y Cajal”, escribió varios libros sobre su especialidad, y publicó también más de un centenar de trabajos en revistas especializadas. Fue nombrado Doctor honoris causa por las universidades de Santander, Barcelona y Alicante, y profesor honorario de las de Lima (Perú) y Santiago de Chile (Chile), y director honorario del Instituto de Enzimología y Patología Molecular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Estaba también en posesión de la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio.

Sols tuvo cinco hijos. Aunque abandonó la pertenencia al Opus Dei nunca dejó la Iglesia y sus profundas convicciones católicas que, con altibajos, le acompañaron hasta el fin de sus días. Cuando éstos se acercaban,  el último año de su vida, leyó mucho al filósofo católico Zubiri. Se aferró a la fe para hacer frente al momento decisivo en la vida de todo hombre de abandonar esta tierra. Así, en un ambiente de intimidad familiar, recibió los santos sacramentos antes de partir en busca de Dios. Se conservan, escritos del puño y letra de Alberto Sols, los versos de Unamuno En tu pecho, que guardaba en su despacho e hizo poner en su mesita de noche:

“Méteme, Padre Eterno, en tu pecho,

 misterioso hogar,

dormiré allí, pues vengo deshecho

del duro bregar”

Severo Ochoa echó una palada de arena sobre su tumba, cuyo epitafio termina diciendo Descanse en paz, algo que sin duda hizo.

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