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Católicos y científicos: José Muñoz del Castillo, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Católicos y científicos: José Muñoz del Castillo, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

José Muñoz del Castillo (1850-1926) fue una importante figura de la ciencia de la España del siglo XX un poco olvidada, en parte porque profesó la fe católica. Estudio en el colegio San Antonio Abad de su Granada natal: recibió religión en la escuela. Fue catedrático en el Seminario Conciliar de Logroño. Fue catedrático de la Universidad Central.

 

La Real Academia de Ciencias dice de él que fue Doctor en Ciencias. Catedrático de Química Inorgánica en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, y con anterioridad del Instituto de Logroño, de la Universidad de Zaragoza y de la Escuela General Preparatoria de Ingenieros y Arquitectos. Jefe del Instituto de Radiactividad de la Universidad Central. Senador del Reino por la Universidad de Sevilla. Presidente de la Sociedad Española de Física y Química. Fundador y Director del Servicio Meteorológico provincial de Logroño. Representante de dicha provincia en la Exposición Universal de París de 1878 y del Gobierno español en el Congreso Internacional Filoxérico de Zaragoza. Autor de un Tratado de Física, de la revista titulada Las vides americanas y filoxera en España y de otras varias publicaciones sobre asuntos de física, química, agricultura, industria e higiene. Presidente de la Sección de Ciencias Físicas y Químicas de esta Academia.

Fundó el Laboratorio de Radiactividad, que terminó siendo Instituto de Radiactividad. Se carteó con Marie Curie, que visitó su laboratorio y colaboró científicamente con él en sus estudios.

Escribió el primer libro de la historia universal sobre el análisis dimensional: Unidades físicas (1890).

Dejo su fortuna, básicamente consistente en un hotel en la calle Quintana, 38, en una fundación cuyo fin fue proporcionar cultura moderna y adecuada de madre de familia a las jóvenes solteras pedidas para el matrimonio: “Institución Muñoz del Castillo, de preparación moderna, para madres de familia”, dejando escrito que en su patronato hubiese un miembro designado por el Obispo de Madrid-Alcalá y otro por el Rector de la Universidad Central, algo que finalmente no salió adelante y su hotel terminó siendo donado al Asilo de Santa Cristina, como dejó estipulado en su testamento. El asilo era regido por las Hermanas de la Caridad.

Mantuvo, como era católica costumbre, confesor a lo largo de toda su vida. Cuando falleció lo era el Padre Gabriel, carmelita.

Promovió la recuperación de los Colegios Mayores confesionales frente al laicismo de la época, porque había llegado a ser un científico de prestigio disfrutando siempre de religión en la escuela, luego difícilmente se iba a creer las mentiras de incompatibilidad ciencia y fe que circulaban en la época.

Se enfrentó a la todopoderosa Institución Libre de Enseñanza y esto fue algo que le llevó a no percibir financiación desde la Junta para Ampliación de Estudios cuando ésta dispuso de fondos abundantes. La historiografía laicista todavía a día de hoy no se lo ha perdonado, ni el ser católico y conservador, y por ello sus méritos son escasamente conocidos.

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