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Católicas y científicas: Egeria, la dama peregrina, por Alfonso V. Carrascosa

Conocida es la importancia de los diarios de viajes para el avance científico. Si no que se lo digan a Darwin, cuyo único título universitario que fue capaz de conseguir fue el de teólogo anglicano, como su padre. Pues allá por el siglo IV y recién descubiertos los santos lugares por Santa Helena, una hispanorromana llamada Egeria se embarcó en una valerosa peregrinación que quedó plasmada en sus maravillosas cartas y notas, cuyas localizaciones geográficas, descripciones costumbristas y devotas inspiraciones son el deleite de cualquier lector y el orgullo de cualquier español.

Podría ser considerada Egeria como una adelantada a la etnografía, o a la geografía. La poca mención a su persona se debe fundamentalmente al hecho de ser católica. Quienes hoy resucitan de debajo de las piedras personas del sexo femenino independientemente de su mérito ignoran a Egeria sistemáticamente. Sus relatos, se supone que copiados por algún monje en el siglo XI, fueron hallados en 1884 en una biblioteca italiana por Gian Francesco Gamurrini, concretamente en la Biblioteca della Confraternita dei Laici, en Arezzo. Cuentan que tras los descubrimientos de santa Helena hubo un tropel de matronas romanas que se apuntaron a la moda del pío excursionismo, y que lo mismo ocurrió a muchas mujeres españolas, entre las cuales se encontró Egeria. De sus escritos se deduce que Egeria realizó su viaje entre los años 381-384. Parece que se quedó en Jerusalén tres años, hasta la Pascua del 384, pero sin parar de hacer viajes que la mantendrán en ruta meses enteros.

Además de hacer descripciones geográficas precisas, hace también descripción detallada de la liturgia en Jerusalén, relatos que constituyen un verdadero tesoro para estudiosos del culto e historiadores en general. Todo ello con un lenguaje llano y sencillo, pobre incluso (se han contabilizado los vocablos diferentes que emplea: 1.267). Se dice que emplea un sermo cotidianus pero deliberadamente, porque  la erudición clásica era típica de resabios paganos y estaba mal vista por los cristianos primitivos. Parece fuera de duda que se trataba de una dama de alcurnia, era una dama de alcurnia, una aristócrata, por supuesto adinerada, porque  no viajaba sola, sino acompañada por un séquito numeroso de sirvientes, incluidos algunos «capellanes» (como diríamos hoy). Salían a recibirla los obispos o clérigos de las ciudades y lugares que visitaba. Iba con escolta militar en los lugares peligrosos.

Probablemente dicen que no fuera monja pero sí consagrada, virgen. Lo primero que hacía cuando llegaba a un lugar sagrado era leer el pasaje de la Biblia donde aparecía ese lugar, y recogerse en oración: se trataba de una mujer culta, que viajaba con libros, algunos de ellos en griego (lengua que conocería, al igual que hoy una persona medianamente culta se maneja en inglés). Un artículo de Carlos Pascual en la revista Arbor (CLXXX, 711-712, Marzo-Abril 2005, 451-464 pp.) puede hacer las delicias de los que estéis interesados en profundizar. Me ha parecido de interés sacar a colación a Egeria en plena Cuaresma y próximos al 8M de 2021, en el que nos caerá la turra anticatólica habitual.

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