En la Iglesia de Cristo —afirma Juan Pablo II— nadie debería sentirse dispensado de recibir la catequesis. Todos tienen necesidad de ella. La acción catequética ha de responder a una educación permanente en la fe. No se puede limitar solamente a la recepción de los sacramentos. Debe ser un itinerario permanente que acompañe al cristiano desde la niñez a la vejez. La preocupación de la catequesis debe ser: dar a cada período de la vida la enseñanza religiosa que le conviene para vivir la fe en el período presente y asegurar los cimientos necesarios para vivirla en los sucesivos años. Esta función catequética respecto de todos los cristianos, en todas las edades y situaciones se puede y, de hecho, se realiza de forma diversa. A saber: en la escuela, en la parroquia, en la familia y en otras actividades particulares, como los Movimientos Apostólicos, cursillos, etc.
Aunque la «praxis» más común ha sido catequesis con niños, la pastoral catequética de los últimos documentos del Magisterio resalta la prioridad de la catequesis con adultos: «Recuerden también que la catequesis de adultos, al ir dirigida a hombres capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan» (Directorio Catequético General 20).
Hemos de procurar que nuestro esfuerzo catequizador evite caer en un cierto «elitismo» y, por el contrario, trate de dirigirse a los sencillos, a ésos que nunca participan de nada. Esta acción —en la que debemos implicar a muchos catequistas seglares— exige una planificación muy cuidada y unos instrumentos simples, pero sólidos y bien concebidos. Como afirma el Directorio: «Esta formación orgánica y ordenada no puede quedar reducida a una simple serie de conferencias y charlas» (n. 96).
Para realizar bien la catequesis hemos de servirnos de los Catecismos, texto escrito con formulaciones de las verdades de la fe de la Iglesia con metodología apropiada a los destinatarios. Sin el catecismo las palabras del catequista se quedarían sin el contraste autorizado que el fiel cristiano necesita para estar seguro de que lo que se dice es verdaderamente lo que Iglesia enseña.
Esta es precisamente la primera característica de un Catecismo: su fidelidad doctrinal avalada por la autoridad jerárquica. Históricamente, dicho aval se ha producido por vía de hechos más que por declaraciones formales de los Obispos y menos todavía del Romano Pontífice. Las más de las veces han sido autores particulares quienes han escrito los catecismos, que luego se han ido imponiendo por uso continuo en las catequesis con el visto bueno e incluso recomendación de los Obispos. Una segunda característica de los catecismos es su adaptación popular. Por este motivo se exige a todo buen catecismo que sea breve y que sea claro en sus formulaciones. Piénsese ahora en estos dos rasgos de fidelidad doctrinal y adaptación popular con sus exigencias de brevedad y claridad y se entenderá bien la dificultad de lograr un buen catecismo.
La Conferencia Episcopal Española ofrece el catecismo «Jesús es el Señor» para los niños de 6 a 10 años. Nuestra diócesis propone un Catecismo de primera comunión inspirado en el aquel. También para la preparación del sacramento de la confirmación, ofrecemos nuestro “catecismo diocesano”. Los adultos, por su parte, han de seguir el Catecismo de la Iglesia Católica publicado,—así lo celebramos— hace veinte años.
Con palabras del papa Benedicto XVI en el YOUCAT (catecismo para jóvenes), os invito a todos a estudiar el Catecismo con pasión y constancia. ¡Dedicadle tiempo! Formad grupos de trabajo y redes, intercambiad opiniones en Internet. Que vuestra fe no se seque como una gota de rocío bajo el sol. Necesitamos fomentar la catequesis a todos los niveles para poder superar la minoría de edad a nivel cristiano y eclesial.
+ Ángel Rubio Castro – Obispo de Segovia

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