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Carta del obispo de Santander, Vicente Jiménez, por la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

Carta del obispo de Santander, Vicente Jiménez, por la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

          En el IV domingo de Pascua, desde hace 50 años, por iniciativa del Papa Pablo VI, se celebra en toda la Iglesia la Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Con este motivo el querido y recordado Papa Benedicto XVI nos dejó un mensaje con el tema: “Las vocaciones, sigo de la esperanza fundada en la fe”, que se inscribe perfectamente en el Año de la fe.

En esta Jornada imploramos a Dios el don de santas vocaciones a la vida consagrada según los distintos carismas y al  sacerdocio, y proponemos a la reflexión común la urgencia de la respuesta a la llamada divina. Esta significativa cita anual ha favorecido un fuerte empeño por situar cada vez más en el centro de la espiritualidad, de la acción pastoral y de la oración de los fieles, la importancia de las vocaciones.

 

“El problema del número suficiente de sacerdotes  – subrayaba entonces el Papa Pablo VI –  afecta de cerca de todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana, sino también porque este problema es el índice justo e inexorable de la vitalidad de la fe y amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y testimonio de la salud moral de las familias cristianas. Donde son numerosas las vocaciones al estado eclesiástico y religioso, se vive generosamente de acuerdo con el Evangelio” (Pablo VI, Radiomensaje, 11 de abril 1964).

 

Las vocaciones religiosas y sacerdotales nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con el Señor, para cumplir su voluntad. Es necesario, pues, crecer en la experiencia de fe, entendida como relación profunda e íntima con Jesús, para escuchar interiormente su voz, que resuena dentro de nosotros.

 

La oración constante y profunda hace crecer la fe de la comunidad cristiana, en al certeza siempre renovada de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones especiales, a la vida consagrada y al sacerdocio, para que sean signos de esperanza para el mundo.

Pidamos al Señor para que nuestros jóvenes, en medio de tantas propuestas superficiales y efímeras, sepan cultivar la atracción hacia los valores verdaderos, las metas altas, las opciones radicales, para un servicio a Cristo y a su Iglesia. Animemos a los jóvenes para que no tengan miedo de seguir a Cristo, que no les quita nada y que les da todo.

Que la Virgen María, Mujer consagrada a Dios y Madre de Cristo Sacerdote, nos alcance de su querido Hijo muchas y santas vocaciones.

 



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