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Rincón Litúrgico

Carta de las monjas del Císter de Buenafuente del Sistal, mayo 2013

Carta de las monjas del Císter de Buenafuente del Sistal, mayo 2013

Muy queridos hermanos y amigos en Cristo Resucitado: en esta tarde de la sexta semana Pascual nos sentimos llamadas a continuar la Carta del mes pasado. Entonces reflexionábamos sobre nuestras esclavitudes y pecados y nos despedíamos con esta frase: “la batalla final está ganada”.

Hoy, transcurridos ya más de 40 días de la cincuentena pascual, vamos sintiendo la carga de los pecados. Nuestra frase de despedida nos suena como un spot publicitario del cielo, que nos anima. Nuestra barca, como la de los discípulos en el Lago de Galilea, está zarandeada por las olas de la envidia, el egoísmo, la incredulidad, la ambición….. Y por el viento contrario de nuestro “YO”, que herido por el pecado original, nos aleja del Señor y de los hermanos, exhibiéndose, si cabe, más autosuficiente de lo habitual. Jesús también nos parece un fantasma, y nos cuesta creer en la actualidad de su llamada. Gracias que a Él lo tenemos de nuestra parte. Él es nuestra fortaleza y nuestro apoyo entusiasta, y nos dice: “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!” (Mt 14, 27b). En esta realidad de nuestra vida, unamos esta tarde nuestra oración y gritémosle al Señor con Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua” (Mt 14, 28). Y como en la cuarta vigilia de aquella noche, la respuesta de Jesús no se hará esperar: “Ven”. Nosotros, como los discípulos, ya llevamos algún tiempo en el grupo de los de Jesús, ya le conocemos, le hemos visto hacer milagros en nuestra vida, tenemos garantías de su poder salvador. Pidamos al Señor su gracia para salir de la barca de nuestras seguridades, y vayamos al encuentro de Jesús, que nos espera en los hermanos, nos dice: “Deja tu barca y sígueme”, renuncia a ti mismo.

En este combate de la fe no estamos solos. Acojamos con humildad la ayuda de la Iglesia, de los sacramentos,  de todas las mediaciones con las que Cristo Resucitado viene a nuestro encuentro. “Hermanos, el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rm 8, 26), somos de Cristo, esta es su Viña, Él nos lleva y esta tarde nos despide con su Palabra:

 

“No se turbe vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14, 27b)



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