«Santidad, somos trabajadores agrícolas invisibles, peones olvidados, recolectores de la fruta que llegan a su propia mesa». Descartados, diríamos en el «román paladino» del Papa. «Santidad, sus palabras son un bálsamo para nuestra lucha cuando dice que nuestra civilización tan competitiva, tan individualista, con sus frenéticos ritmos de producción y consumo, sus inmensos lujos e inmensos beneficios para unos pocos, necesita un cambio, un replanteamiento, una regeneración». En el «Sur», esa civilización de la que se habla, se difunde como un paraíso que luego resulta cruel. E inexistente si solo se ve a través de las imágenes. Un Occidente de pantalla o de plástico. Al menos en sus valores fundantes tan recortados. Tan de plástico como las chabolas de tantos campos agrícolas del sur de España. Y de tantos sures del mundo.
Las palabras entrecomilladas las dirigió al Papa hace poco Aboubakar Soumahoro, de Costa de Marfil, portavoz de los temporeros agrícolas —la mayoría migrantes, prófugos africanos— en Foggia (Italia). El Papa contestó pocos días después dirigiéndose a los trabajadores agrícolas pidiendo atención, dignidad, integración. Yo recordaba este «diálogo» porque en España se han intentado flexibilizar medidas para inmigrantes en los campos agrícolas por falta de mano de obra en la crisis del coronavirus. El emigrante aparece de nuevo como mano de obra circunstancial y barata.
Por eso, el líder africano reconocía el aliento del Papa ante la pobreza que «les obliga a trabajar de sol a sol por 3,50 euros. Y a vivir en el fango de la miseria, sin casas decentes». En Huelva, los mismos migrantes africanos se movilizaron para autoproporcionarse albergues dignos y reclamar agua. «Mientras, los gigantes de la agroalimentación facturan 83.000 millones de euros al año». Hay que salir de esas clandestinidades y regularizarlas. En el mundo, en Italia, y en España, (en Huelva, por ejemplo, la Iglesia ejemplarmente acompaña y denuncia injusticias). Reconocer los derechos y deberes de todo trabajador, y que se evite el flagelo del «caporalato» que cita el Papa.
Caporalato es la acción con la que el «capo» capta ilegalmente mano de obra y trabajo agrícola a bajo costo. «Sigue adelante por la justicia social. No pares», le dijo el Papa a Aboubakar. Como un mensaje papal. Para todos.
José Luis Pinilla SJ
Director del Secretariado de la Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana de la CEE
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