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Ante la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (2013), por el obispo de León

Las vocaciones, signo de la esperanza fundada sobre la fe

Queridos diocesanos:

El 21 de abril, domingo IV de Pascua o del Buen Pastor celebra a Jesucristo resucitado bajo esta figura bíblica, tan entrañable en la Iglesia desde los primeros tiempos. Todo nos habla del Pastor que se ha hecho Cordero para dar la vida por todo el rebaño. Así lo contempla el Apocalipsis, entronizado en la gloria, vivo y radiante pero llevando bien patentes las señales de la pasión. La parábola del Buen Pastor que salió de labios de nuestro Redentor, encuentra todo su sentido en el marco de la Pascua.

 

Por estos motivos se instituyó la Jornada mundial de oración por las vocaciones, que este año alcanza la respetable cifra de 50 convocatorias anuales. Se da la circunstancia de que esta cifra coincide con el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, si bien el establecimiento de la Jornada se debió al siervo de Dios Pablo VI (11-IV-1964). No en vano el Concilio fue muy consciente de la importancia que han tenido siempre las diversas vocaciones dentro de la Iglesia, especialmente las vocaciones al ministerio sacerdotal (cf. PO 3; 11; OT 2; 6) y a la vida consagrada (cf. PC 5; 24-25), pero sin olvidar algunas más específicas como las vocaciones misioneras invitando también a su promoción y cultivo (cf. PC 5; 24-25).

 

La Jornada próxima tiene como característica principal la relación con el Año de la Fe, de manera que el Papa que la convocó y dedicó el habitual mensaje, Benedicto XVI, hoy Obispo de Roma emérito, eligió el siguiente tema: Las vocaciones signo de la esperanza fundada sobre la fe. Merece la pena detenerse en la lectura de este mensaje en el que se hace una reflexión sobre las relaciones entre la fe y la esperanza. Ambas virtudes, sobre todo cuando se contemplan en la perspectiva del futuro, que es como decir en la espera del cumplimiento de las promesas del Señor, están tan interrelacionadas que la esperanza equivale a la fe. En este sentido Benedicto XVI evocaba la figura de Abrahán que “apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza…” (Rm 4, 18), y recordaba cómo el fundamento último de esta actitud es el amor de Dios que siempre nos da confianza y que en Cristo Resucitado ofrece la certeza de lo que esperamos.

 

La segunda parte del mensaje relaciona las vocaciones con la oración a partir de lo que significa la experiencia del encuentro personal con Jesucristo y del diálogo con Él para acoger la posible llamada de Dios. La oración, debemos convencernos de esto, hace crecer la fe y la certeza de que Dios sigue suscitando vocaciones. No olvidemos este aspecto. Con frecuencia pensamos que la oración por las vocaciones consiste solamente en pedirla en la plegaria. Ciertamente, pero también en crear el clima propicio para escuchar la voz de Cristo y la llamada a seguirle. Quiero decir que un factor ineludible en la pastoral vocacional consiste en el acompañamiento espiritual de los niños, adolescentes y jóvenes, ayudándoles a rezar y reflexionar para seguir las huellas de Jesús, a descubrir los valores más sugestivos del evangelio y a procurar hacerlos vida propia. Por supuesto, con el testimonio personal y con la cercanía espiritual, efusiva y conmovedora que nos  propone el Santo Padre Francisco y que él practica con la mayor naturalidad.

 

Estamos ante una sequía vocacional aguda y prolongada. Preguntémonos por las causas que nos atañen a nosotros… y oremos sin cesar:

 + Julián, Obispo de León



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