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Ángelus papales para el Domingo 2-C de Adviento (9-12-2012)

 Textos recopilados por Fray Gregorio Cortázar

NVulgata 1 Ps 2 EBibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)

 

(1/4) Juan Pablo II, Ángelus 4-12-1994 (sp it): «1. “Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (Lc 3, 4). Con estas palabras, hoy, segundo domingo de Adviento, el evangelio nos exhorta a disponer el corazón para acoger al Señor que viene. Y la liturgia de este día nos propone como modelo de esa preparación interior la figura austera de Juan Bautista, que predica en el desierto invitando a la conversión.

Su testimonio sugiere que, para salir al encuentro del Señor es preciso crear dentro de nosotros y a nuestro alrededor espacios de desierto: ocasiones de renuncia a lo superfluo, búsqueda de lo esencial, y un clima de silencio y oración.

San Juan Bautista invita, sobre todo, a volver a Dios, huyendo con decisión del pecado, enfermedad del corazón del hombre, que le impide la alegría del encuentro con el Señor.

El tiempo de Adviento es especialmente apto para hacer experiencia del amor divino que salva. Y es sobre todo en el sacramento de la reconciliación donde el cristiano puede hacer esa experiencia, redescubriendo a la luz de la palabra de Dios la verdad de su propio ser y gustando la alegría de recuperar la paz consigo mismo y con Dios.

2. Juan en el desierto anuncia la venida del Salvador. El desierto hace pensar también en muchas situaciones contemporáneas graves: la indiferencia moral y religiosa, el desprecio hacia la vida humana que nace o que se encamina a su última meta natural, el odio racial, la violencia, la guerra y la intolerancia, son algunas de las causas de ese desierto de injusticia, de dolor y de desesperación que avanza en nuestra sociedad.

Frente a ese escenario, el creyente, como Juan Bautista, debe ser la voz que proclama la salvación del Señor, adhiriéndose plenamente a su Evangelio y testimoniándolo visiblemente en el mundo».

(2/4) Juan Pablo II, Ángelus 7-12-1997 (sp en it po): «Amadísimos hermanos y hermanas: 1. Celebramos hoy el segundo domingo de Adviento, tiempo propicio para dejar que la palabra de Dios ilumine más profundamente nuestro corazón y nuestra mente, a fin de que el Espíritu Santo nos disponga a acoger dignamente al Señor que viene.

En la liturgia de hoy destaca la figura de Juan Bautista, profeta enviado a preparar el camino al Mesías. Su voz grita “en el desierto”, adonde se retiró y donde –como dice el evangelista san Lucas– “vino la palabra de Dios sobre él” (Jn 3, 2), convirtiéndolo en heraldo del Reino divino.

¿Cómo no acoger también nosotros su enérgica invitación a la conversión, al recogimiento y a la austeridad, en una época, como la nuestra, cada vez más expuesta a la dispersión, a la fragmentación interior y al culto de la apariencia? A primera vista, el “desierto” evoca sensaciones de soledad, de extravío y de miedo; pero el “desierto” constituye también el lugar providencial del encuentro con Dios.

2. Resuena de generación en generación la exhortación de san Juan Bautista: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado; lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos” (Lc 3, 4-5). ¡Cuán urgente y actual es esta exhortación, tanto a nivel personal como social! Dios quiere venir a habitar con los hombres de todos los lugares y de todas las épocas, y los llama a cooperar con él en la obra de la salvación.

Pero ¿cómo? La liturgia de hoy nos da la respuesta: “enderezando” las injusticias; “rellenando” los vacíos de bondad, de misericordia, de respeto y compresión; “rebajando” el orgullo, las barreras, las violencias; “allanando ” todo lo que impide a las personas una vida libre y digna. Solo así podremos prepararnos para celebrar de modo auténtico la Navidad.

3. En la víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, dirijamos nuestra mirada a María, humilde esclava del Señor, que cooperó en la acción del Espíritu Santo.

Que el mismo Espíritu Santo, que inflamó de fe, esperanza y caridad su corazón inmaculado, renueve nuestra conciencia para que, allanando los caminos de la justicia y del bien, nos dispongamos a acoger al Emmanuel, el Dios con nosotros».

(3/4) Benedicto XVI, Ángelus 6-12-2009 (ge hr sp fr en it po): «Queridos hermanos y hermanas: En este segundo domingo de Adviento, la liturgia propone el pasaje evangélico en el que san Lucas, por decirlo así, prepara la escena en la que Jesús está a punto de aparecer para comenzar su misión pública (cf. Lc 3, 1-6). El evangelista destaca la figura de Juan el Bautista, que fue el precursor del Mesías, y traza con gran precisión las coordenadas espacio-temporales de su predicación. San Lucas escribe: “En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto” (Lc 3, 1-2).

Dos cosas atraen nuestra atención. La primera es la abundancia de referencias a todas las autoridades políticas y religiosas de Palestina en los años 27 y 28 d.C. Evidentemente, el evangelista quiere mostrar a quien lee o escucha que el Evangelio no es una leyenda, sino la narración de una historia real; que Jesús de Nazaret es un personaje histórico que se inserta en ese contexto determinado. El segundo elemento digno de destacarse es que, después de esta amplia introducción histórica, el sujeto es “la Palabra de Dios”, presentada como una fuerza que desciende de lo alto y se posa sobre Juan el Bautista.

(…) Tomo de san Ambrosio un comentario a este texto evangélico: “El Hijo de Dios –escribe–, antes de reunir a la Iglesia, actúa ante todo en su humilde siervo. Por esto, san Lucas dice bien que la palabra de Dios descendió sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto, porque la Iglesia no tiene su origen en los hombres sino en la Palabra” (Expos. del Evangelio de Lucas 2, 67).

Así pues, este es el significado: la Palabra de Dios es el sujeto que mueve la historia, inspira a los profetas, prepara el camino del Mesías y convoca a la Iglesia. Jesús mismo es la Palabra divina que se hizo carne en el seno virginal de María: en él Dios se ha revelado plenamente, nos ha dicho y dado todo, abriéndonos los tesoros de su verdad y de su misericordia. San Ambrosio prosigue en su comentario: “Descendió, por tanto, la Palabra, para que la tierra, que antes era un desierto, diera sus frutos para nosotros” (ib.)

Queridos amigos, la flor más hermosa que ha brotado de la Palabra de Dios es la Virgen María. Ella es la primicia de la Iglesia, jardín de Dios en la tierra. Pero, mientras que María es la Inmaculada –así la celebraremos pasado mañana–, la Iglesia necesita purificarse continuamente, porque el pecado amenaza a todos sus miembros. En la Iglesia se libra siempre un combate entre el desierto y el jardín, entre el pecado, que aridece la tierra, y la gracia, que la irriga para que produzca frutos abundantes de santidad. Pidamos, por lo tanto, a la Madre del Señor que nos ayude en este tiempo de Adviento a “enderezar” nuestros caminos, dejándonos guiar por la Palabra de Dios».

(4/4) Juan Pablo II, Ángelus 10-12-2000 (ge sp fr en it po): «Mi saludo cordial a todos los catequistas y profesores de religión (…), a quienes entrego como recuerdo jubilar el Catecismo de la Iglesia católica, repitiendo a cada uno la orden que dio Dios al profeta Ezequiel: “Come este rollo y ve luego a hablar a tus hermanos” (Ez 3, 1)».

LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones “ex cáthedra”, existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que, por el contrario, iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).

LOS ENLACES A LA NEO-VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).

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