“¿Hacen falta estos testigos de bondad cuando en el mundo se propaga la maldad?”
“¿Para qué sirve rezar y perdonar? ¿Solo para dar un buen ejemplo?”
La respuesta del Pontífice es clara: “No, es mucho más. Entre aquellos por los que Esteban rezaba y a los que perdonaba había, dice el texto, «un joven, llamado Saulo» que «aprobaba su muerte». Poco después, por la gracia de Dios, Saulo se convierte en el más grande misionero de la historia, que es Pablo. Pablo nace de la gracia de Dios, pero a través del perdón de Esteban; a través de su testimonio. Esta es la semilla de su conversión”. “Es una prueba – puntualiza el Papa – de que los gestos de amor cambian la historia: incluso los pequeños, ocultos, cotidianos. Porque Dios guía la historia a través del humilde valor de quien reza, ama y perdona”.
El Señor “quiere que hagamos de la vida una obra extraordinaria a través de los gestos de todos los días”. Además, recuerda, que estamos llamados a ser testigos de Jesús “en el lugar donde vivimos. En la familia, en el trabajo, en todas partes aunque solo sea regalando la luz de una sonrisa; huyendo de las sombras de las habladurías y los chismes”.
Son pequeños gestos que nos ayudan a fortalecernos y a entrar en esa dinámica amorosa de la que tantas veces ha hablado el Sumo Pontífice. Por último, Francisco ha querido invitar a rezar -encomendándonos a al Virgen María- por los que sufren persecución en el nombre de Jesús, que “son muchos, lamentablemente. Más que en los primeros siglos de la Iglesia”.
