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Álvaro Calvente «bendice» al arzobispo Cerro a su llegada a Guadalupe

Álvaro Calvente ha podido terminar los últimos kilómetros de esta sexta etapa que le ha llevado a recorrer el Camino Real de Guadalupe con motivo del Año Jubilar Guadalupense. Y en «en un gesto de amor» el arzobispo Francisco Cerro Chaves le recibió a las puertas del Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, donde el joven Álvaro «le ha bendecido».

Acompañado de su padre Ildefonso y su padrino Carlos, el pasado 17 de junio salían de la Basílica del Prado de Talavera de la Reina con la intención de cumplir lo que les pidió el Papa Francisco en una carta que envió al joven malagueño durante el verano de 2020 cuando realizó una parte del Camino de Santiago «Nos pidió que rezáramos por él y que llevásemos un mensaje de esperanza».

Y cumpliendo su deseo han caminado durante 120 kilómetros, llevando consigo un cuaderno donde iban apuntando las peticiones que sus seguidores, a través de las redes sociales les hacían llegar.

Una mirada especial

Álvaro Calvente nació en Málaga hace 16 años, es el séptimo de diez hermanos y, por encima de todo, es un amante incansable de la Virgen María. Su mirada, como él, es especial. Tanto, que si te quedas dormido en sus pupilas, enseguida sientes al mismo Dios acariciándote los parpados con ternura. «¡Ah, que ya sabemos lo que tiene! Se llama Syngap1 y tan solo hay 700 niños como él en el mundo. ¿No es una pasada?», me dice su padre Ildefonso. «Que me digan lo que quieran… ¡Alvarito para mí es perfecto!».

El malagueño sabe mucho de entrega y de generosidad. Y, por eso, junto con su padre y su padrino Carlos peregrina —desde Talavera de la Reina— para abrazar a la Virgen de Guadalupe. «Tras la peregrinación del año pasado a Santiago de Compostela, nos planteamos qué hacíamos este año», relata Ildefonso, mientras mete en la mochila de su hijo los últimos detalles para este nuevo encuentro.

«Fue una experiencia tan inmensamente bella el ver cómo Dios nos allanaba los caminos, que pensamos en la Virgen, como madre nuestra que es, para ir a su encuentro». Álvaro tiene una relación especial con María. Tan sagrada como sus manos, tan íntima como ese corazón suyo que apenas necesita palabras para expresar cuánto ama… «Nosotros tenemos la capilla de la Virgen del Carmen a la espalda de nuestra casa. Y Álvaro, cada vez que pasa por delante, se para, se pone a hablar con Ella, le cuenta sus cosas… Es parte de su vida. Pero no lo hace como lo hacemos nosotros. Él habla de verdad con su Madre, tiene muy claro quiénes son su Padre y su Madre y por qué está aquí. Él, verdaderamente, entiende algunas cosas que nosotros jamás podremos entender».



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