Este primer domingo de octubre es un día singular para toda la Iglesia. En el día dedicado a la Resurrección del Señor, el Papa abre en Roma los trabajos de la Asamblea del Sínodo de los Obispos reunido para reflexionar sobre cómo la Iglesia debe proponer el Evangelio a los hombres y mujeres de hoy; sobre la evangelización misionera para abrir a todos “la puerta de la fe”. El próximo jueves, se conmemorarán los cincuenta años de la apertura, por el beato Juan XXIII, del Concilio Ecuménico Vaticano II. Y ese mismo día comienza el Año de la Fe, promulgado por Benedicto XVI para toda la Iglesia.
Un mismo propósito de la Iglesia une estos diversos acontecimientos: evangelizar. La Iglesia existe para evangelizar, como dijo Pablo VI. Esa es su misión, para esto existe por voluntad del mismo Jesucristo. Él le dio el mandato de ir por todo el mundo para proclamar la Buena Noticia de que no somos fruto del azar, sino de un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo; un Dios que es Amor y cuyo amor se ha manifestado al darnos a su Hijo, hecho hombre y solidario con la humanidad hasta la Muerte y la Resurrección.
Os he hablado en otras comunicaciones de la especial importancia que doy a la carta apostólica de Benedicto XVI Porta fidei, la Puerta de la fe. No dudo en proponerla a toda la comunidad diocesana como hoja de ruta segura, en comunión con la Iglesia universal, para el curso pastoral que estamos comenzando.
Permitidme que me detenga un momento en el título pues me parece que es una buena clave de lectura de la intención de todo el texto. Este título está tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles. Pablo y Bernabé, “después de haber anunciado la Buena Nueva en la ciudad de Derbe y de haber conseguido bastantes discípulos” (Hch 14,21), volvieron a Antioquia, su punto de partida. “A su llegada, reunieron a la Iglesia –nos dice el texto bíblico- y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe” (Hch 14,27).
Ante el hecho de que no pocas personas en occidente sienten el cansancio y el desinterés por la fe cristiana, incluso ambientalmente, ¿nos será dado hoy compartir un poco la alegría de aquella pequeña Iglesia de Antioquia? Esta es la cuestión. La única cuestión. La verdadera cuestión. Y si mis interlocutores me preguntaran: ¿Y usted que responde, como obispo de la Iglesia actual?
La respuesta es ciertamente arriesgada. De tejas para abajo, podríamos decir que nos puede tentar el pesimismo y que la respuesta podría ser negativa. Pero, Pablo y Bernabé, nos invitan a dar una respuesta en la fe y desde la fe. Ellos reconocen que abrir la puerta de la fe a nuevos cristianos “lo había hecho Dios por medio de ellos”. Ahí está la respuesta. En otros pasajes del mismo libro bíblico tenemos textos que completan esta interpretación. Sólo el Espíritu Santo, puede “abrir los corazones” a la Buena Noticia de Jesucristo, como sucedió en el caso de aquella oyente de Pablo llamada Lidia, que era una mujer comerciante, vendedora de púrpura, que se hizo bautizar por Pablo, al que ofreció hospitalidad (Hech 16,14s).
Que Virgen María, llamada la Estrella de la nueva evangelización, nos alcance poder vivir la alegría de ver que la “Puerta de la fe” sigue hoy abierta. Pidámoselo bajo las dos advocaciones cuya fiesta celebramos esta semana: la Virgen del Rosario, hoy, y la Virgen del Pilar, el próximo viernes.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

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