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Malos y salvajes, por Alfonso V. Carrascosa

Malos y salvajes, por Alfonso V. Carrascosa, científico del MNCN-CSIC

Acaba de producirse una noticia cuyo alcance va más allá del ámbito científico. Se han encontrado en un yacimiento prehistórico restos de una matanza de seres humanos perpetrada por seres humanos.

En las fotos algunos de los cráneos del yacimiento fracturados a base de golpes de sus congéneres. Se trata de la prueba irrefutable que derriba el mito del “ buen salvaje” de Rousseau, en base al cual se infringió un gran daño al concepto de pecado original de la antropología revelada, y con ello a la verdad última de nuestra especie. El pecado original enuncia que la naturaleza del hombre está dañada, y por ello no puede hacer el bien al cual está llamado por Dios. La pasión, muerte, resurrección, ascensión de nuestro Señor Jesucristo, y el envío del Espíritu Santo, nos capacitan para conseguir el bien, la felicidad que anhelamos y que disfrutaremos en plenitud en la vida eterna, pero que ya aquí es experimentable.

Rousseau decía que el hombre era bueno por naturaleza, y que lo que hizo al hombre malo fue la aparición de la propiedad privada, fenómeno que él supuso que aconteció del Neolítico en adelante, cuando el hombre se convirtió en sedentario agricultor, y dejó de ser cazador-recolector. El planteamiento ya es intelectualmente pueril en sí mismo, por afirmar que hasta que no hubo fincas a las que poner una valla, el hombre no tenía bienes, o afán de poseer. Tales invenciones hicieron suponer a Rousseau y a muchos que, con anterioridad a la aparición de la propiedad privada, el hombre era bueno. Rousseau fue uno de los artífices de la revolución Francesa, que causó la muerte de más de dos millones de franceses, 40000 de ellos curas, y que protagonizó episodios como el genocidio católico de La Vandeé, en el que murieron cientos de miles de creyentes por no acatar los postulados revolucionarios. De las ideas de Rousseau, carentes de cualquier base científica como ahora se demuestra, se ha llegado a admitir como dogma que los seres humanos que están viviendo en la selva son buenos, o sea, que lo que hace al hombre bueno o malo son las estructuras, y que si cambiamos las estructuras podemos cambiar la naturaleza del hombre y su modo de obrar. Por supuesto que tales afirmaciones han sido rechazadas y negadas con argumentos contundentes pero sobre todo con la realidad, infinidad de veces, pero en la mentalidad colectiva subsisten como mitos de la modernidad. En plena conmemoración del 40 aniversario del fallecimiento de Mao Tse Tung – que siguió a piés juntillas los postulados de Rousseau mezclados con el nefasto idealismo de Hegel que luego adoptaría Marx- no hay más que considerar el hecho de que se le supone la causa directa o indirecta de más de cincuenta millones de personas, superando a otros rusonianos célebres como Stalin, Hitler, Pol Pot…que en pleno siglo XX generaron la cifra de 200 millones de cadáveres, todos ellos para cambiar las estructuras que hacen al hombre injusto, eso sí, sin arreglar la injusticia y con asesinatos por delante.

Pues bien, el mito ha caído. Investigadores del Centro Leverhulme de Estudios Evolutivos Humanos (LCHES, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Cambridge, liderados por la antropóloga Marta Mirazón Lahr, han hallado restos parciales de 27 personas, incluyendo al menos ocho mujeres y seis niños, en un paraje a 30 kilómetros al oeste del lago Turkana de Kenia, en un lugar llamado Nataruk. En un artículo que es portada de la revista Nature esta semana, sus autores sostienen que la masacre de Nataruk es el registro más antiguo de violencia entre grupos prehistóricos de cazadores-recolectores, es decir, no asentados en un territorio y que, además, tradicionalmente se han considerado como no violentos.

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