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Católicos y científicos: Rufino Blanco y Sánchez, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Católicos y científicos: Rufino Blanco y Sánchez, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

 

Rufino Blanco y Sánchez (Mantiel, Guadalajara, 16 de noviembre de 1861 – Paracuellos del Jarama, 3 de octubre de 1936) fue un científico católico que se dedicó a la pedagogía y a la filología. Vegetariano, experto bibliógrafo, hizo también sus pinitos como  periodista. Acabó como san Pedro Poveda porque hizo algo imperdonable para algunos: demostrar que para educar y sacar del analfabetismo a España no hacía ninguna falta prohibir la religión en la escuela. De la tenacidad de personas como san Pedro Poveda o Rufino Blanco proviene que hoy en nuestro país haya colegios religiosos en los que es difícil entrar, porque hay tortas: muchos laicistas y progres llevan a sus hijos a colegios confesionales católicos, sencillamente porque son los mejores.

Y es que nos están mintiendo sistemáticamente, y mucho, hasta el punto de que buena parte de los católicos equivocadamente afincados en lo políticamente correcto creen que es mejor que la religión católica salga de las escuelas, que es lo mismo que pensaban quienes mataron a san Pedro Poveda y a Rufino Blanco, pero lo que es peor, se han tragado que el laicismo y el colectivo de los autodenominados progresistas han sido y son pacíficos ciudadanos que no han hecho otra cosa durante la historia reciente de España que defender la democracia y no: la memoria histórica o mejor, la historia científica, no sostiene tal batiburrillo de discurso. Veamos el caso de Rufino Blanco.

Rufino Blanco se licenció en Magisterio en Madrid, y obtuvo por oposición la Regencia de la Escuela Aneja de la Normal Central de la capital de España. Además, tras casarse, se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Central, donde fue discípulo predilecto del científico católico Marcelino Menéndez Pelayo.  Rufino Blanco fue durante un tiempo profesor de la Escuela de Criminología, pero lo dejó por su fuerte vocación a la Pedagogía y la Historia, asignatura que explicó en la Escuela Normal Central de Madrid. También empezó a escribir crónicas para diarios de América y de Filipinas, y fue redactor de La Enseñanza de Madrid y copropietario y redactor de El Magisterio Español junto con Victoriano Fernández Ascarza y Ezequiel Solana, entre 1896 y 1902. Desde 1904 dirigió el diario católico El Universo, colaboró con ABC, en 1920 fue elegido vicepresidente primero de la Junta directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid y fue presidente honorario de la Federación de Asociaciones de Prensa de España desde que se creó en 1922 hasta 1926, todo lo cual y mas viene referido en Wiquipedia, vamos, que es de dominio público.

En plena monarquía parlamentaria católica de Alfonso XIII, fue comisionado con otros compañeros por el entonces Ministro de Instrucción Pública, don Faustino Rodríguez-Sampedro, para crear y organizar una Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, equivalente a una Facultad Universitaria de Pedagogía, con un claustro de profesores entre los que figuraban además de él  José Ortega y Gasset, Eugenio Piñerúa, Pablo Martínez Strong, Ángel Vegue y Goldoni, Ricardo Beltrán y Rózpide, Juan Zaragüeta, Luis de Hoyos, Francisco de las Barras Aragón, Magdalena Fuentes y Anselmo González. En 1914 apareció el primer Plan de Estudios que permitió la creación y construcción de escuelas y que origino en España un nuevo Magisterio Nacional, en gran parte debido a la intensa actividad desplegada por el católico practicante Rufino Blanco. Nos han engañado haciéndonos creer que las innovaciones pedagógicas del primer tercio del siglo XX vinieron todas con exclusividad de la mano del laicismo de Giner, Cossío -por cierto el uno licenciado en derecho y el otro en bellas artes, vamos, que de pedagogía frente a Rufino Blanco sabían…- y la Institución Libre de Enseñanza, cuando la verdad es que las ideas de mejora pedagógica para levantar del analfabetismo a España eran patrimonio común de la mayor parte de los regeneracionistas de la época, innovadores pedagógicos católicos incluídos.

Rufino Blanco fue también miembro de la Junta para la Extinción del Analfabetismo y de la comisión Interministerial de educación física y desde 1921 Consejero de Instrucción Pública. Conoció en sus múltiples viajes el movimiento pedagógico moderno preconizado por Claparéde, Binet, Kerschensteiner, Dewey, el cardenal Merciery tantos otros con los que mantenía relaciones profesionales.

De un total de 57 obras publicadas, 40 de ellas fueron didácticas, entre las que cabe destacar las bibliográficas como Bibliografía pedagógica del siglo XX, Bibliografía general de Educación Física, y otra como Teoría de la Educación, Teoría de la enseñanza, Organización escolar, Apuntes sobre Biología pedagógica, Paidología y Pidotecnia, Apuntes sobre Biología pedagógica; Ideas de educación física del pueblo griego, Quintiliano y sus sistema de educación; Luis Vives, la Pedagogía científica y la Instrucción de la mujer, Tratado elemental de Pedagogía, capítulos de pedagogía contenidos en la monumental Enciclopedia Espasa-Calpe y un largo etc. En filología destacó su Tratado de Análisis de la Lengua Castellana (1909), el Arte de la Lectura que, publicado  por primera vez en 1894 alcanzó en 1927 su decimoprimera edición.

En 1927 obtuvo la cátedra de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid y en abril de 1936 ocupó la vacante del político José Sánchez Guerra en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, siendo asesinado pocos meses después en Paracuellos del Jarama, Madrid, el 3 de octubre de 1936, cuando contaba 75 años. Cabría preguntarse por qué parte de lo hasta ahora aquí contado fue asesinado Rufino Blanco a manos de quienes se tenían por progresistas ¿no?. Los progresistas de entonces acabaron también con la vida de otros intelectuales relevantes como Ramiro de Maeztu o con instituciones emblemáticas de la cultura como la residencia de estudiantes de Madrid.

Por suerte el legado de Rufino Blanco no se perdió, si no que quedó en manos de mujeres de la Institución Teresiana que continuaron el desarrollo pedagógico confesional español.

El caso de Rufino Blanco recuerda mucho el de otro célebre científico y padre de la química que cayó a manos de la Revolución Francesa: Antonie Laurent Lavoisier.

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