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Católicos y científicos: Gregorio Marañón, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Católicos y científicos: Gregorio Marañón, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Gregorio Marañón pertenece a la denominada Generación del 14, de la que ahora se celebra centenario. Ya hemos hablado de alguno aquí en Ecclesia, como Torres Quevedo http://www.revistaecclesia.com/catolicos-y-cientificos-leonardo-torres-quevedo-por-alfonso-v-carrascosa-cientifico-del-c-s-c/ o María Goyri http://www.revistaecclesia.com/catolicos-y-cientificos-maria-goyri/ .

Suele ocurrir que quienes les mitifican son a la vez los mayores detractores de la Iglesia Católica. Lo simpático del caso es que ignoran que han mitificado a católicos fervientes, como el caso de Marañón: uno de tantos que europeizó España apoyándose en su fe y en su razón. Diría textualmente al hablar de su generación, que a ella “se debe un golpe de timón que puso definitivamente la nave de la ciencia española proa al universo”.

Gregorio Marañón y Posadillo ( Madrid 1887-1960) fue un médico español que dedicó parte de su actividad a la investigación científica en su especialidad, la endocrinología. Además fue historiador, escritor, pensador…humanista en definitiva. Es considerado uno de los intelectuales españoles más relevantes del siglo XX, y combatió la dictadura de Primo de Rivera (por lo que sufrió prisión), el socialismo extremista de la II República (sistema político que apoyó en sus inicios) denunciando abiertamente la persecución religiosa y la quema de conventos, y los excesos de derechas e izquierdas en la Guerra Civil, lo que puso en riesgo su vida en varias ocasiones. Ha sido extensamente biografiado, pero el aspecto de sus creencias es poco conocido, y los historiadores laicistas lo evitan sistemáticamente al referirse a él.

Formó parte de cinco de las ocho reales academias, fue presidente del ateneo madrileño y científico del CSIC. Acompañó a Alfonso XIII en su mítico viaje a Las Hurdes. Escribió el prólogo del libro “Guía médica del intérprete de milagros y favores” de Fermín Irigarai, en el que dijo cosas tales como “Mi posición ha sido siempre igual. La razón conduce inexorablemente a Dios, y el milagro ni quita ni pone a la suprema verdad de su existencia. Quien ha creado el mundo, que es un puro milagro, universa, diario, repetido, encada célula de cada ser vivo, en cada una de las vibraciones infinitas de los átomos que nos circundan, en cada uno de los instantes del tiempo, ¿por qué no ha de contradecir, cuando le plazca, las leyes que gobiernan la vida y la muerte?. Y cuando esas leyes se cumplen con arreglo a las pautas de lo que creemos natural ¿no son menos reveladoras de la grandiosa e inescrutable realidad de Dios?”. Tal vez nos pase algo de lo que comenta aquí el Dr. Marañón.

Añade Marañón en el mencionado prólogo “Sólo quien pasa por la vida con una distracción de mineral puede necesitar los prodigios, o de lo que llamamos prodigios, para aceptar la divina realidad. Porque bastaría meditar un instante en el maravilloso misterio de cada latido de nuestra existencia y en la inconmensurable magnitud del orden cósmico y en el portento de nuestro destino y en el misterio, lleno de diarias sorpresas…para llegar a la conclusión de que el milagro propiamente dicho es tan sólo un paso más en la ruta inexorable de la fe”. Si una personalidad de la dimensión de Marañón dice tales cosas, y cree a pies juntillas en los milagros, es como para que pensemos en qué pensamos si nosotros no creemos.

Por último, y seguramente para ayudarnos a recitar el Mea culpa , añade el Doctor…”Si la misericordia de Dios, que es infinita, pudiera catalogar a los hombres con nuestra mezquina visión de la responsabilidad, es evidente que aquellos que necesitaron del milagro propiamente dicho para creer, quedarían relegados a la penumbra del divino enojo. Quién sabe si a la paz del Limbo, reservada a los rematadamente inocentes. Nada perjudica – si el corazón y el entendimiento están abiertos a la razón- un truco que pasó por milagro al milagro verdadero y al permanente milagro de la Creación”. Parece un eco del “¡Hombre de poca fé! ¿Por qué has dudado?”, dicho por un científico con fe. ¡Ánimo!

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